Por Elsie
Betancourt
Actualmente,
a todos nos pasa que se nos enciende el televisor de la memoria y aparecen en
su pantalla actores, sucesos, costumbres y hechos a quienes nuestra psiquis ha
galardonado con el don de ser inmunes al borrador del tiempo y a todas las
pandemias que en distintos momentos nos han asediado y que, en este 2020, forzosamente nos han obligado a vivir una “nueva normalidad”, frase de moda
entre los covid-opinólogos.
Tristemente y muy rápido,
se han ido muchos conocidos y seres queridos, jóvenes y mayores, lo que arrecia la necesidad de cuidarnos. Pero aja, como se hace? Hay que seguir pa’ lante. Hoy, casi todos
tenemos “hambre”… desde las realidades físicas y espirituales que cada uno
tiene.
Si
normalmente muchas personas acuden a la comida en momentos de estrés o
ansiedad, en esta situación que vivimos hoy, asaltar la nevera a toda hora es
una “misión posible”. Para completar el panorama, el descenso de la actividad
física nos llevará más pronto que tarde a ganar esos kilitos que después son "duros de quitar". Toca es calmar
los nervios, bajar el estrés y estar un poco más activos. Para que esa hambre física, que está
tan ligada al hambre emocional no haga estragos, como dice el dicho “cuando
falta el gato los ratones hacen fiesta”, valdría la pena aprender a reconocer cuándo
es el estómago el que pide alimento o por el contrario si se trata es de
nuestra cabeza.
Desafortunadamente,
el aburrimiento, el estrés y sus otras primas, nos incitan a buscar paliar el malestar del encierro, arrastrando el consabido mea culpa después de cometido el pecado
gastronómico. Los expertos aconsejan una dieta variada y saludable evitando las
restricciones excesivas. Creo que no hay que “vivir para comer”, sino todo lo
contrario.
Contrasta
con esta situación, la necesidad física por
la que están pasando miles de personas: adultos, discapacitados, niños,
venezolanos, aquí y en muchas partes; muchos
tienen que camellar el doble, al
depender de trabajos informales para sobrevivir y les toca romper las normas
para no morirse de hambre. Las calles están vacías, pero también las neveras de
muchos hogares y el rancho ardiendo… Ojalá las ayudas prometidas les lleguen a
los que tanto las necesitan. Aprender a vivir en aislamiento, ha sido un duro
reto para todos y más para los que tienen muchas necesidades.
Por lo
pronto sigo con el hambre de... salir a tomarme un café con mis amigas, jugar
tenis, entrar y salir cuando quiera, ir a cine, salir con mi nieto, sentir que
la normalidad está en nuestros alrededores, respirar aire puro y saber que todo
estará bien, como dice El Pibe, para disfrutar de eso en lo que a veces no nos
enfocamos: lo sencillo. Ojalá las imágenes gratas que permanecen en la memoria, patrimonio inmaterial de nuestra vida, no caduquen ni sean remplazadas por las viscisitudes de la vida y para que esa nueva dimension del hambre, no las borre.
nerea6@yahoo.com