Por Elsie Betancourt
La tecnología y la comunicación sin
fronteras, la felicidad del instante bien logrado ya sea por adquirir
información relámpago, hacer pagos, visitar lugares, nos habrán hecho mejores
seres humanos? Muchos podrían decir: Sí
!… De acuerdo, hay más conocimiento inmediato, pero hemos perdido un
poco la noción del aprendizaje como herramienta formadora; para el ser humano
que trae habilidad y adaptabilidad desde la cuna, éstas se van diluyendo con el rápido embrujo que
producen los medios masivos de comunicación y el entretenimiento fácil, que
está al alcance de todos sin distinción de clases y de edades. El ser humano es
el mismo desde hace miles de años. Nuestras características fisiológicas y
mentales no han cambiado. Sin embargo, nuestra forma de comunicarnos si.
Es común oír decir que hoy en
día, los niños nacen con el chip digital incorporado. El manejo que un niño de
2 o 3 años tiene de un celular o una tableta supera al que pueda tener una
persona de más de 60 años. Hay niños que sorprenden por la facilidad que tienen
por ejemplo, de ubicar videos de su interés. “Controlada”, ésta es una
herramienta valiosa para el aprendizaje, pero la “exageración” en su uso puede
ser contraproducente. Los videojuegos por ejemplo, parecen entre otras cosas, traer alivio a los que lo juegan, hacen
olvidar las preocupaciones, pasando por encima de la frustración, del miedo o
de la inseguridad, pero a qué precio? A
buscar nuevos juegos en búsqueda de
nuevos alivios, parece un círculo vicioso.
Ya cada vez menos, vemos que no
hay familia, ni reunión, ni convivencia posibilitadora de un intercambio
generacional. Los niños perceptivos, intuitivos, sensibles y de gran
comprensión racional y que necesitan jugar y socializar, se distraen y
“adormecen” todo crecimiento en la sensibilidad, el contacto directo y personal
con el otro, por estar inmersos en lo digital.
Lo peor del cuento es que muchas veces, nosotros mismos (los padres)
estamos ocupados con esos mismos distractores.
Con frecuencia vemos que hay niños
que reciben comida sólo delante de una pantalla o se aquietan con ese
distractor que logra tranquilizarlos, pero a cambio se pueden tornar más
ansiosos, irritables e hiperactivos; esto nos debe plantear las opciones y
oportunidades que tenemos para ejercer cambios en las costumbres que estamos
inculcando… En el caso de los más grandes y adultos, a menudo un bip, una luz
intermitente, una vibración, es un poderoso estímulo para dejar lo que se esté
haciendo o leyendo para correr a averiguar quién está escribiendo o que post o
video está en la red, estemos donde estemos. La concentración en tareas o actividades es la que más está sufriendo.
De ahí que la medida establecida por muchos colegios de prohibir el celular la
considero sana.
Al despertarnos, antes de ver los
colores de un amanecer o el color de un nuevo día salimos a ver el aparatito
que nos conecta con el mundo, como si fuera esa nuestra primera necesidad. ¿De
qué nos estaremos perdiendo si dejamos a un lado ese artefacto en el que
buscamos con afán respuestas y sentido a la vida? Pienso que de mucho… Para
bien o para mal, el celular nos cambió la vida. Dejó de ser una extensión de
nuestro cuerpo y nos beneficia con comodidad, pues pasó a ser el sustituto de aquello que somos como seres humanos
dotados de una inteligencia superior y muchas veces nos quita la capacidad de sentir y pensar y
nos hace meter en la onda de los expertos que manejan las avenidas de twitter,
instagram, facebook, mensajes de texto, google, etc.
En los espacios públicos, en
los tiempos de espera, en el lugar que estaba la contemplación, hay ahora una
costumbre y es la dedicación al aparatito. Ya los ancianos, necesitados de un
tranquilo descanso ante esta vida que transcurre a millón, sufren la cómoda
dependencia del minúsculo aparato. En la sala de espera del médico, por
ejemplo, antes andaba uno callado o hablando sobre nada con cualquier persona
que contaba su historia y nosotros la nuestra. Hoy damos más importancia a lo
que pueda decir el móvil, pensamos que es más interesante cualquier noticia en
la red. Estamos más pendientes de las
pantallas y menos del que tenemos al lado.
…Bueno es cilantro pero no tanto…
El informe: El futuro de las
familias para 2030 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico, aborda el papel de las nuevas tecnologías en el modo de vivir y en
el uso del tiempo. Este, prevé que en 10 años disminuya el tiempo que
invertimos en trabajar pero no la sensación de que se va rápidamente y no nos
rinde. Esto, debido a la incidencia de las nuevas tecnologías responsables de
que nuestra mente se mantenga en constante estrés. Paradójicamente, en estos
tiempos del Coronavirus, la cara amable de lo digital está salvando la patria
por lo de la conectividad !.
De ahí sale la opción de tomar
consciencia, digo yo, de nosotros mismos y de nuestra importancia en la vida.
Hay que salir del piloto automático en el que nos sumerge el embrujo digital y
tomar las riendas de lo que queremos hacer, el propósito de trazar objetivos y
una intención clara de hacia dónde vamos y que queremos conseguir. Cada vez
crece mi admiración hacia los padres que le dan importancia a la formación
integral de sus hijos en el ser. La vida es un cambio constante. Cada día hay
que trabajar para ser la mejor versión de nosotros mismos pero sin “muletas”
digitales. Hay que encontrar lo que motiva y dedicarle tiempo porque éste, es inexorable
y pasa muy rápido.
nerea6@yahoo.com
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