Por
Elsie Betancourt
La vida da tantas vueltas y con
esta nueva situación que estamos viviendo,
la mayor parte del tiempo la que se pasea sin tapabocas y por todos los
rincones de la casa, es Incertidumbre. ¿Serán temporales los cambios a los que
nos hemos visto abocados? ¿Se cumplirá la nueva sentencia que circula “Nada
volverá a ser igual”…? Mientras tanto, habrá que esperar, ya que cada día trae
su afán.
Todos hemos delineado nuevos
hábitos. Los entendidos dicen que para que se cree uno nuevo, se necesitan 21
días, otros sugieren que son 66 días. Creo que estamos coronando esta fase. Estos hábitos condicionan el actuar en el
encierro. Hay quienes los manejan inteligentemente, otros no tan bien.
Escribiré en positivo.
A muchos les ha tocado
bandearse entre el teletrabajo, las
labores domésticas, la atención de los más pequeños y también de los grandes,
las clases virtuales, el respiro, el deseo de relajarse, etc. Esa coherencia no
es fácil de lograr, porque fuimos empujados a la brava a vivir distinto. La
noción de tiempo, velocidad y espacio está marcando un nuevo horizonte.
Hemos regresado a lo simple.
Hoy nos preocupamos más por la paz mental, dormir bien, comer rico, eso sí, la
conectividad sin problemas es más que una necesidad. Hemos descubierto lo
chévere que es cocinar conversando de lo divino y de lo humano poniendo en
práctica recetas varias ya sean locales o de otras regiones. O también, cantar
contando detalles de las vivencias que tienen los actores y sus canciones.
Es muy
relajante y distrae. Esa es una cara de la moneda de la situación. Pero
también está la que muestra a la gran mayoría de la población que no tiene
conectividad, la que vive restringida de espacio para que todos tengan
alternativas para aplicar en familia, jugar, hacer ejercicios, gozar de buenas
relaciones intrafamiliares, la falta de plata para resolver las necesidades
básicas. Ojalá que su película de terror acabe rápido.
Para completar el cuento, hay
tal avalancha de información sobre el virus que tiene arrinconado al
planeta, que ya se supera el límite de
la aceptación de ésta. Da jartera leer tantas predicciones y remedios contra la
enfermedad. Creo que uno se enferma más, oyendo sobre las posibles causas y
remedios y la indeclinable lavada de manos, que siembra en todos, el miedo si
no lo hacemos. Las incongruencias como
la de que no puedes salir a la calle porque te contagias, riñe con los que si
salen porque van a trabajar; no puedes hacer deporte, pero si se puede sacar el
perro a pasear; no puedes salir a la calle en pareja, porque te puedes
contaminar, pero si puedes dormir con tu pareja en la cama cuando estás en
casa. Estamos “jodidos” (perdón por el término), porque los científicos no saben nada, pero si
saben cómo te contagias. Es tal el estrés que lo que tenemos es un estado de
miedo y más con la contradicción que hay entre los aliados y rivales de esta “supuesta guerra”.
Pienso que lo mejor es buscarle
el lado amable a esta situación y mientras tanto, querer más a los que tenemos
al lado. La resiliencia que tiene el ser humano, o sea la capacidad de
adaptarse a nuevos contextos y desafíos, seguramente nos llevará a mejorar y a
afrontar con flexibilidad las nuevas situaciones. La calidad y profundidad de
nuestra relación con las personas que convivimos ojalá mejore, para que
nuestros buenos y nuevos hábitos entren en piloto automático.
nerea6@yahoo.com