Por Elsie Betancourt
Los oficios que hoy en día desarrollamos de Marzo del
2020 para acá, se han tornado muy
peculiares…Entre éstos, el de la docencia ha cambiado y bastante. El ser
maestro o maestra estaba asociado con un espacio físico, que puede ser amplio o
no, impartiendo clases a niños, niñas, adolescentes cara a cara. Sin darnos
cuenta tocó montar un sistema de educación a distancia, sin mucha capacitación
para continuar con la misión de educar desde casa y con dedicación.
Para muchos de nosotros las herramientas para llevar a
cabo el proceso son: computador personal, internet y las demás arandelas que
esto acarrea (uso del celular en caso de que falle el internet y deslindarse de
las actividades hogareñas, el temor a no saber manejar adecuadamente la clase, la
atención a los deberes escolares de sus propios hijos, etc.). Para los que no
gozan de esas herramientas, el tema es más complicado. En zonas rurales, donde
no hay internet, los maestros se tienen que inventar sus metodologías. El sistema de educación puede estar ubicado en
un cuarto, un rincón de la sala,
coartando así la libertad de circulación de los otros miembros de la
familia y haciendo muchas veces público, la intimidad del hogar.
Una de las profesiones considerada vocacional es la de
“maestro”, que implica lograr un mundo mejor a través de la enseñanza y sobre
la que la sociedad parece acordarse sólo en momentos puntuales como ahora,
cuando la pandemia del Covid
ha echado más responsabilidades y deberes a los docentes. Considero que los
maestros son pilares de la sociedad y por ello su labor no descansa, aun en
medio de una pandemia para facilitar a los estudiantes los caminos que les
permitan formarse integralmente de la mano de sus familias.
La adaptación a la virtualidad no ha sido fácil ni para
estudiantes ni para los maestros y padres de familia… la mayor dificultad ha
sido el manejo de tecnologías desconocidas y el volumen de trabajo en general.
Lo bueno ha sido el crecimiento en el manejo de las competencias digitales por
parte de todos, eso enriquece la construcción de conocimiento y abre nuevas
propuestas educativas. Lo no tan bueno es que la enseñanza ha perdido en lo
afectivo, en lo emocional y en lo humano. Hay distanciamiento, frialdad y en
ocasiones desmotivación generada por la falta de estar uno cerca al otro.
Creo que se han multiplicado las tareas,
porque ahora el despeje de dudas de los alumnos, puede ser en cualquier momento
y uno a uno, se corrigen las tareas una a una; para ello, la metodología de enseñanza tiene
que lograr que el estudiante se involucre y no se aburra. Encima de todo, hay
que seguir las directrices para que éstos vean la trascendencia de lo que todos
estamos viviendo. Es muy fregada la adaptación a la virtualidad, la convivencia
con los otros especialmente para los niños, que tienen que estar encerrados
reflejándose directamente la afectación negativa, en los estados emocionales de
éstos. Qué bueno que la presencialidad está nuevamente de vuelta. Y eso que la Resiliencia, palabrita de moda”, nos ha permitido hacer
borrón y cuenta nueva y adaptarnos al cambio.
Para mí, hay muchos héroes anónimos en esta
coyuntura que vivimos; me detendré a señalar que los maestros de cualquier
disciplina son verdaderos virtuosos en el actuar, colaborando para que la
educación no se haya detenido a pesar de todas las dificultades de conexión que
hay en nuestro país. De pronto la gente ha dado por contado su labor pero ha
sido muy importante. Desde los formadores de pedagogía infantil, básica y media
logrando generar espacios de apoyo, entretención, discusión y entendimiento del
mundo en su condición actual y las nuevas necesidades que este requiera hasta
llegar a los universitarios.
Finalmente podemos ver que la educación en línea es más
que una pantalla con acceso a internet. Hay que saber cómo crear y ofrecer
lecciones atractivas para el estudiante y que estos tengan las habilidades de
alfabetización digital para acceder a ellas. Esa es la brecha que hay entre
alumnos de nivel básico y los de educación superior. Los más chicos no aprenden
independientemente. La capacidad de atención o la madurez socio-emocional para
estar “sembrado” frente a un computador, saber cómo resolver problemas técnicos
que se puedan presentar es un poco complicado. Los estudiantes de secundaria a
veces no están mejor, ya que en muchos casos son ellos los que están
acompañando a los más pequeños ayudándoles en sus clases mientras los padres
trabajan.
Educar en estos tiempos, más allá de observarlo como una
catástrofe, nos da una campanada de
alerta, para reordenar desde los contenidos de los cursos que damos hasta
nuestras herramientas de aprendizaje. Deberíamos ponernos de pie y agradecer a
todos los docentes del mundo (incluyo aquí a papa y mama… que también comparten
la responsabilidad de educar), porque una vez más han demostrado que las
ciencias de la educación sin ética, no tiene valor. Que camello el de los
maestros ¡ pero a la larga vale la pena el esfuerzo¡¡
nerea6@yahoo.com