Por Elsie Betancourt
Un
símbolo es la representación perceptible de una idea, puede ser un término o
una imagen que puede ser conocido en la vida diaria aunque posea connotaciones
especificas además de su significado corriente y obvio: Un Pare, No doblar en curvas, prohibido fumar
en este recinto, el semáforo, la Cruz
Roja, etc. En su momento podemos asumir
que esa simbología recuerda siempre lo que hay que hacer, lo que hay que
evitar, lo que es agregar calidad a lo que a diario hacemos, pensamos y
hablamos. Estamos rodeados de muchos símbolos; los creamos, los modificamos y
los usamos para nuestro beneficio. A
partir de ellos evolucionamos social y culturalmente.
Y hablando de símbolos, llegamos al legado,
considerándolo no desde el punto de
vista legal, sino reconociéndolo como el acervo
intangible que se recibe cuando se interactúa entre personas. Creo que
como padres, en lo que más pensamos y a lo que dedicamos gran parte de nuestra
vida, entre otras cosas, es dejar el
máximo bienestar económico a nuestra familia. Pero increíblemente, los hijos
desde pequeños, se quedan más con nuestros gestos, ejemplos y sus
palabras. El auténtico legado empieza en
vida. Me vienen a la mente, aquellas largas horas compartidas con mi papá… horas
en que conversábamos y también callábamos porque estábamos juntos, disfrutando
de la “talla”. De él aprendí a tener
paciencia, a reflexionar antes de actuar, a ser prudente, (por algo me decían
mis compañeros en el colegio Prudencia...),
a pensar en el bienestar de los seres queridos y de saber afrontar los
problemas y dificultades. Estoy eternamente agradecida por los tantos momentos
de niñez y juventud que marcaron para siempre mi forma de ver la vida, la
disciplina para conseguir lo que uno se propone y el trabajo para conseguir las
metas.
En
la mayoría de los casos, los padres no serán recordados por el dinero que
ganaron o por el éxito en su carrera profesional y si en cambio, por el tiempo
compartido, por las aficiones en común, por las actitudes y comportamiento, por
el grado de afinidad y confianza.
Todos
sabemos que nacemos con una remarcable herencia genética. Pero somos modelados
por la interacción con la familia y la cultura a la que estamos sujetos.
Siempre me ha llamado la atención el dicho que reza: “la familia no se escoge,
se acepta”. El llamado “patrimonio emocional”,
se va conformando con lo que se escucha y vive en casa. Por mucho que
dediquemos tiempo para explicar lo que está bien o mal, no servirá de nada si
esas palabras no coinciden con nuestro comportamiento habitual.
Un
mensaje que me llegó hace unos días, me
puso a reflexionar mucho y quiero compartirlo:
“En la puerta de entrada de una Universidad en Sudáfrica, se fijó el
siguiente mensaje: …Destruir cualquier nación no requiere el uso de bombas
atómicas o misiles de largo alcance; sólo se requiere de un bajo nivel
educativo, ignorancia de su historia y que sus estudiantes hagan trampas en los
exámenes y ante cualquier barrera que encuentren en la vida. Los pacientes
mueren a manos de esos médicos – los edificios se caen en manos de esos
ingenieros- el dinero se pierde en manos de esos economistas – la humanidad
muere a mano de los eruditos religiosos – el colapso de la educación es el
colapso de la nación” autor desconocido….
Siempre
he pensado que el dinero se esfuma, los bienes materiales puede que se malogren
con el tiempo pero el conocimiento jamás se pierde. La educación es lo más
valioso con lo que contamos para la formación. Ésta proporciona las herramientas para llevar a
cabo las acciones que hacen posible cumplir las metas y sueños. En el seno
familiar, es donde se inicia la educación en valores, no les corresponde
a los abuelos o al sistema educativo, de cualquier forma éstos últimos los
pueden reforzar.
Los
hijos son nuestro mejor legado. Ellos son la siguiente generación. Y si de algo
estoy segura es de que no siempre estaremos a su lado, un día faltaremos.
Cuando esto ocurra, Que les dejaremos
para la posteridad? Que les estamos dando en el día a día? Es interesante
sopesar esas inquietudes. Una frase del psicólogo Peter Strople, me encantó y es muy apropiada para la
reflexión que estoy compartiéndoles: “El legado no es dejar algo para la gente, es
dejar algo en la gente”….
nerea6@yahoo.com