Por Elsie Betancourt
Cuando miramos a nuestro alrededor, vemos
muchas personas que van de un lado para otro, el tráfico, los trancones, las
casas, los avisos publicitarios, la pila de carros parqueados en cualquier
lado, hombres trabajando arreglando calles, escobitas barriendo las mismas y no
dejan de asaltarnos las preocupaciones que traerá el nuevo gobierno con su
famosa Paz Total y muchísimas cosas que forman parte de la realidad que
vivimos, dura para muchos, llevadera para otros e inigualable para pocos.
Debajo de ese mundo que hemos creado, se encuentran los seres humanos con
personalidades específicas, con sentimientos, resentimientos, acciones y miedos.
Lo que se manifiesta exteriormente de cada uno, es la punta del iceberg, pues en nuestro subconsciente se encuentra el
control que dirige nuestro comportamiento en el mundo exterior.
Cuando somos niños, nuestra personalidad viene dictada por las exigencias dictadas por los comportamientos y reglas que vienen de los adultos. Aquí conviven lo que pensamos nosotros, (ya que traemos nuestra propia visión y entender de las cosas, proceso que va evolucionando desde la gran despensa de la niñez pasando por la adolescencia y llegando a la adultez), con lo que, a la larga, según mi real entender, es la elaboración inconsciente de un falso ser, que se acopla con el genuino y que hace que nos relacionemos de forma superficial con el mundo evitando que puedan conocernos realmente.
A veces la autoestima se eleva tanto, que ciega la imagen que tenemos sobre nosotros mismos, haciéndonos creer que somos más importantes o mejores que los demás. Como dicen por ahí, “pelar el cobre” es mostrar ese ser que permanece en el inconsciente y que reacciona inesperadamente cuando por circunstancias especiales se activa, cosa que ocurre con frecuencia; diría que es el papel que estamos desempeñando, evitando todos esos hechos que nos pueden delatar. Esa máscara gusta de la aprobación de los demás, la que quiere controlar y como dice Deepak Chopra: “esa máscara se apoya en el poder porque vive en el temor”.
Ya cuando somos mayores, las
manifestaciones del ego son diversas, ¿desde el “Ud. no sabe quién soy yo…”? hasta pasar por la creencia de que somos lo que
hemos estudiado o lo que no… o somos lo que hacemos o no hacemos… somos las posesiones o bienes materiales que
tenemos… los pensamientos de agrado o desagrado por la apariencia física que
proyectamos cuando estamos ante un espejo en donde afloran las imperfecciones
de la salud y el cuerpo, que con los años se va poniendo flácido y mustio… el
maltratar física y mentalmente a los más débiles, etc. Muchas veces la sensación de superioridad
parece que diera la potestad de juzgar a otros, de considerar que los demás son
poca cosa, que son débiles; es muy frecuente ver que hay personas que tienen la
necesidad compulsiva de ganar en una discusión o de imponer su razón a
cualquier precio.
Siempre he leído en algún lado, que
nos hemos desconectado de nuestro otro yo, de ese que se manifiesta cuando no
interviene la mente; nos hemos desconectado de la paz, la conmiseración hacia
los demás, de agradecer a la fuerza invisible que hace que todas las reacciones
físicas, químicas y biológicas tengan su lugar en cada organismo humano y en la
naturaleza.
Mientras tanto el sol sigue saliendo y dándole vida a todo lo que habita en nuestro planeta. Todo está interconectado y si no veamos la respuesta que la naturaleza da a todas las agresiones de la que ha sido víctima. Realmente no sabemos quién somos, gracias a la conexión que hay entre el Ego y la Materialidad, desconectándonos de eso que nos hace ser mejores seres humanos.
¿Qué hay que hacer para quitar ese
ego? … No tengo idea porque no soy psicóloga ni me interesa adentrarme en esos
menesteres, pero se me ocurre que sería chévere reconocer que somos valiosos en
unos aspectos y en otros no tanto y aceptar el valor que los otros tienen. Hay
que practicar dar “el brazo a torcer”
… como dice el saber popular para no ahogarse cuando alguien está encerrado en
sí mismo y a los nuevos aprendizajes que la vida en su infinita sabiduría nos
da para adquirir El Doctorado en Humildad.
Yo estoy trabajando en eso, no es fácil eliminar las chispas que le dan
vida al ego, pero creo que, si lo intentamos, puede que la vida se nos llene de
bienestar y paz interior.
Gracias
por leer la reflexión¡
nerea6@yahoo.com