Elsie Betancourt
Barranquilla ha sido epicentro del arribo de foráneos
(nacionales y extranjeros) que llegaron, se instalaron y nunca se fueron. Ésta
ha echado raíces tejiendo su idiosincrasia con un léxico coloquial que hace
parte del diario vivir. Según María
Trillos A., directora del Museo de Antropología de UniAtlántico, el “español barranquillero” resulta de la
clasificación de palabras surgidas por el contacto de pueblos como el francés,
italiano e inglés entre otros.
Hay las que son pan de cada día al hablar, por ejemplo Vaina, que se usa para designar algo
cuyo nombre se ignora: “la vaina es que
no sé por dónde empezar”- muletilla verbal que muchos usamos, sonsonete
cotidiano, palabra que define todo, nada y de las preferidas y más usadas por
los colombianos. Sirve hasta para guardar secretos: “Me trajiste la vaina que te dije?- útil para regañar o echarle
pullas a alguien: “Que es la vaina
tuya?”. Es tan popular la palabrita,
que se usa por igual desde la alta montaña hasta la playa pasando por ciudades
y pueblos. Ha pasado de generación en generación y en vez de irse extinguiendo,
cada día se robustece.
Para un currambero de esos de Carnaval, sancocho, dominó
y frías en la esquina, hay palabritas que son obligadas. Palabras como nojoda, man, marica, nombe, pelá y loco son entre las más usadas en la capital
del Atlántico según los gustos, usos y desusos de las nuevas generaciones. Nojoda, por ejemplo, se interpreta desde
diferentes conceptos y acepciones como exageración, duda o pregunta. Expresa
una intención con fuerza emotiva para que la conversación se haga más dinámica
y chévere: “Nojoda la falla fue mía ¡”,
“Nojoda ese man es más saludable que un
Alka Seltzer” o “Nojoda tronco e
rollo”…etc. Y así podemos seguir con interminables ejemplos del léxico costeño del día a día.
Prima de Nojoda,
es Ajá, interjección que denota
aprobación, satisfacción o sorpresa. A diario se usa como apoyo en
conversaciones y pertenece más al léxico costeño y sorprende al visitante
porque éste puede que no entienda su aplicación. Es tan diciente la palabrita
que sirve hasta para aprobar solicitudes no deseadas. Como me sucedió en un
reciente episodio, en donde la pronunciación de “Aja…” sirvió para renovar un
producto. Aja ¡se asoció con renovar…No entendieron o se hicieron los locos
para aprovechar la renovación del producto en cuestión…
Las palabras de un
costeño están cargadas de humor, ironía y picardía. “Aja y qué?” - para
preguntar por algo. Si alguien tiene un chisme que contar dirá: “Aja ¡Suéltalo¡”. A la amiga que hace
rato no se ve: “Aja niña ¡dichosos los
ojos que te ven¡”. Los curramberos la usamos como saludo y ahora que estamos
de moda en el interior, por nuestra valía en muchos campos, nos quieren imitar
y no es raro oír a un interiorano saludando de Aja¡ en vez de Ala¡ lo
difícil es imitar su entonación. Ajá, termina siendo la palabra más corta
pero más completa y la explicación más sencilla y contundente para
comunicarnos. Nuestra idiosincrasia es única e irrepetible¡
Excelente y real.
ResponderBorrar