domingo, 20 de diciembre de 2020

Chao 2020¡¡¡

 

Por Elsie Betancourt

            Sin querer queriendo nos estamos aproximando al final de este año “tenebroso” para la humanidad. Las y los videntes que siempre están adelantándose a los acontecimientos por venir ni se imaginaron lo que éste 2020 encarnaría para el planeta. ¿Será por eso que se asocia el año bisiesto con cosas malas que nos pasan? Hay muchos ejemplos en la historia que coinciden con lo anterior: En 1912 se hundió el Titanic, en 1948 mataron a Ghandi; 20 años mas tarde a Martin Luther King,  en 1980 a John Lennon. Todos estos años fueron bisiestos. Al 29 de Febrero los escoceses lo consideran un día de mucha mala suerte.

            No sé si serán desafortunadas coincidencias, pero es mejor que este año pase lo más rápido posible. Todos estamos atemorizados y cansados en la incertidumbre de no saber que se nos viene.  Paradójicamente, hemos aprendido muchas cosas. Nos hicimos conscientes de algunos valores que teníamos olvidados. Empezamos a pasar más tiempo con los niños, frenamos el ritmo de vida, aprendimos del silencio y de la soledad. El mundo se nos abrió, si no se podía viajar, la tecnología nos permite viajar a lugares insospechados; Se acabó el salón de belleza, las uñas sin pinta-uñas ya respiran mas, lo mismo el pelo. Hasta la piel; ya no necesitamos estar maquillándonos porque con los tapabocas no se necesita éste. Ya puede uno desayunar sin pensar en trancones; la esclavitud del reloj ha pasado a un segundo plano; cómo nos hace falta la socialización a la que estábamos acostumbrados, ahora si valoramos más los momentos especiales, con hijos, amigos especiales y familia, por supuesto que a metro de distancia. El valor de las cosas materiales se ha devaluado. De qué sirve tener los zapatos, carteras, pintas de marca, cuando es mejor “no salir?”...

            Es muy cierto que no hay pruebas que indiquen que todos estos sucesos que hemos vivido, sean atribuibles al año por ser bisiesto; pueden contraponerse otros hechos positivos, pero la cuenta de los sucesos negativos acaecidos en ese año especial, inclina un poco la balanza hacia lo siniestro. Dejando a un lado los agüeros, me pregunto cómo vendrá el 2021?

            Creo que ya todos estamos aprendiendo lecciones en carne propia y en la de familiares y amigos con lo que hemos vivido en este año. Ojalá no se repitan las malas experiencias el año entrante.  La vacuna parece ser el remedio infalible a todo este rollo. 40 millones de ellas¡¡.. esperemos que no se tuerza el camino de ellas. Ojalá Diciembre no sea la nueva plataforma de despegue del virus. Ese bendito virus, se mueve, se expande, se propaga hasta que explota. Cae el blanco, el negro, el pobre, el rico, el bello, el maluco… nadie se salva, hasta ahora sólo el que goza de un cuerpo sano e inmunizado lo logra.

             El mundo definitivamente ya no será el mismo, pero hemos visto que no importa, siempre nos podremos reinventar. La ansiedad del futuro, la incomodidad al perder las rutinas y actividades de esparcimiento y la incertidumbre económica que significa el virus, taladran diariamente las expectativas de lo que esperamos tener al estrenar un nuevo año. Este 2020 ha sido un año para olvidar: Adiós al miedo, hola al Futuro.

            Sólo me resta desear un 2021 lleno de bendiciones y salud a mis lectores, que nos cuidemos con todas las precauciones posibles para evitar que sigamos amargados, en peligro y “acuartelados”. Quiero seguir compartiéndoles mis ideas peregrinas y me siento muy agradecida cuando las leen.

nerea6@yahoo.com

 

 

martes, 8 de diciembre de 2020

El Mejor legado¡

 

Por: Elsie Betancourt

                Mi niñez estuvo llena de muchos estereotipos (o sean modelos o patrones de conducta de cómo actuar, pensar y sentir). Crecí viendo por ejemplo, castigos con algunos llamados de atención, apertura de ojos (cuyas miradas hablaban más que 1000 palabras), entonaciones fuertes y hasta chancletazos;   los profesores estaban autorizados para imponer la disciplina y la falta de atención en el colegio, con reglas largas de madera, para estimular a punta de reglazos, que aprendiéramos, estudiáramos e hiciéramos tareas, si o si. En la casa, cada quien tenía que responder por sus funciones, ya fuese estudiar, hacer los deberes, ayudar a recoger el desorden que armábamos. Jugábamos en combo, con mis hermanos y amigos en la calle, nos bañábamos en el agua lluvia, tomábamos agua caliente (por el sol)  de las plumas que habían en cualquier patio delantero de las casas; callejeábamos, montábamos bicicleta y hacíamos muchos planes chéveres. Claro está, todo eso se podía hacer antes, sin mayor preocupación o supervision por parte de los papas ya que habían otras condiciones de seguridad; a veces sin que ellos dieran el permiso, nos escapábamos, pero nada serio pasaba al regresar a casa, sólo el consabido llamado de atención verbal.  La autoridad de los padres era acatada y respetada y no se discutían sus decisiones. No sé si fue el mejor método de enseñanza que tuve, pero ese fue al que tuve acceso.

                Me considero que estoy sana y equilibrada con proyectos de vida varios que he sacado adelante con mucho tesón y éxito en algunos. Nunca me traumaticé y siempre tuve muy claros los códigos y valores que recibí siendo niña. Considero que el maltrato físico  no es el mejor método para formar, ni defiendo las “perrateadas” en el buen sentido de la palabra a las que se exponía uno cuando las cosas no marchaban bien, entre los amigos o en la misma casa. Ciertamente el “autoestima” salía afectada, pero la “resiliencia” que todo ser humano tiene desarrollada o no, permitía crecer fuerte y con coraza para defenderse de lo que se viniera. Hoy seguramente el proceso de crecer ante tantas distracciones, entretenciones y la facilidad de tener todo a un “clic” puede ser mejor o peor, no sé.

                Me llama la atención el análisis que la filosofa española Montserrat Nebrera hace,  al considerar en un estudio realizado por ella,  que los hijos de la Generación X (nacidos a finales de los 60 y los 80), que están alcanzando los 18 años de edad- un gran número de ellos, conforman la “Generación Cristal” . Al parecer, muchos carecen de patrones definidos  que orienten su vida y son frágiles ante los embates que la vida produce. Esa característica “cristal” se refiere a la fragilidad o manera en que quedan rotos por dentro si algo no les sale como ellos deseaban. El análisis concluye que estos jóvenes son así de inestables porque sus padres quizás vivieron épocas de carencias materiales y emocionales y se empeñaron en salir adelante para darles todo y que no les faltase nada, como a ellos en su momento.

                Ese análisis me ha puesto a pensar y creo que conecta de alguna manera con la realidad que muchos vivimos actualmente.  En los  métodos de crianza que existen en este siglo XXI, (aclaro no en todos), hay un elemento que engloba las herramientas usadas para educar y es la Sobreprotección, que sumada a la ausencia de reglas, sanciones y atiborramiento de juguetes de todo tipo, tiene su efecto. ¿Nocivo o beneficioso?  Cada quien sabrá y lo sopesará.

                Creo que aprender a vivir libre y responsablemente implica asumir las consecuencias de nuestras acciones y decisiones. Un padre o madre que prive a sus hijos de esta posibilidad, claramente tendrá que cargar con tener hijos que no sepan solucionar conflictos en su día a día, y ser autónomos. Se corre el riesgo de que siempre estén aburridos y no saben  cómo estar ellos, consigo mismos. Cuando se cumplen reglas en cualquier escenario, ya sea la casa, el colegio, la universidad, el trabajo, tienen que obtenerse resultados acordes con esas reglas. Creo que aquí la flexibilidad juega un papel importante junto con la creatividad. Son características que pueden y deben existir, porque no se trata de actuar como producto de un molde: Todos iguales.  En la variedad está el placer, reza el refrán popular;  para ser y hacer con la carga genética que todos traemos hay que ser originales.

                Para terminar, lo ilegal, lo no ético, lo malo, no se debe festejar en los niños. Si se hace, tarde o temprano las consecuencias saltarán. Como dice el proverbio callejero, los niños no nacen malos, se hacen con el ejemplo que ven. Pienso que hay que recuperar la responsabilidad, la autoridad y la disciplina en la crianza. Si todas éstas se ponen en práctica, felicitaciones ¡ porque estamos formando buenos seres humanos y ese gran legado (el de la educación responsable), es un regalo que  no tiene precio y es irremplazable.

nerea6@yahoo.com

 

 

martes, 24 de noviembre de 2020

Miedo al Cambio

Miedo al Cambio

Por Elsie Betancourt

                        Cambiar significa modificar nuestra conducta o forma de pensar ante una nueva situación. Sin darnos cuenta, lo que vamos viviendo va modificando nuestro carácter. Algunos aspectos se fortalecen, otros se debilitan y salen las nuevas conductas, formas de pensar, etc.

            El cambio es una constante en nuestra vida. Desde que nacemos nos enfrentamos siendo o no conscientes, a distintas situaciones que nos obligan a adaptarnos al entorno. Cuando niños, esos cambios vienen dictados en su mayoría por el exterior: para los más pequeños, llega el momento de no usar chupo, porque ya son grandes;  hay que llegar solos al colegio, dejando atrás a las personas encargadas del cuidado, quienes muchas veces quedan sumidas en el desconsuelo de ver cómo cambia el chiquito; se cambia de ciudad para comenzar a ir a la escuela, a la universidad, por una y más circunstancias y sigue la interminable lista de los cambios, a veces no deseados.

            A medida que crecemos, esa realidad cambiante permanece pero también comenzamos a tomar decisiones que obedecen a inquietudes o necesidades intrínsecas. Esto puede ser motivado por alguna insatisfacción en cualquiera de las áreas de nuestra vida. Un ejemplo claro, lo ilustra la costumbre muy frecuente en los 31 de Diciembre, de hacer la famosa lista de propósitos; en la que aseguramos firmemente que esta vez si van en serio y generan un cúmulo de ilusiones que cuando aterriza el año nuevo se van difuminando algunos, quizás por la pereza o el compromiso con uno mismo a cumplirlos. Soñar no cuesta nada.

            A la hora de tomar decisiones, nos sentimos ansiosos y tenemos dificultades para poder avanzar hacia nuestras metas. Muchas veces nos estancamos. Por ejemplo, prolongamos en el tiempo, relaciones inconvenientes aunque no nos aporten felicidad. Permanecemos quemados en la misma “chamba”, aunque sepamos que si nos esforzáramos podríamos mejorar. Seguimos muy posiblemente sin ponerle límites a los demás por nuestras dificultades y temores para decir: NO MAS ¡

            El encierro al que ha conducido esta pandemia ha desnudado muchos frenos para hacer cambios en la vida. Sentir miedo por lo novedoso es legítimo… cuánta seguridad nos proporciona la rutina y cuánto temor la perdida de ésta. Sin embargo, toda transformación conlleva cambios. Creo que el miedo al cambio, lo genera el temor a equivocarnos y a salir de nuestra zona de confort. En ésta, todo lo dominamos, pero si salimos de ella podríamos sentirnos vulnerables y débiles.

            Enfrentar el cambio, creo yo, depende en gran parte de nuestra autoestima. Cuando nos sentimos seguros y capaces vemos el cambio como un reto o una motivación positiva. Cómo lo enfrentamos, depende en gran medida de lo que aprendimos en nuestra infancia o ante situaciones dolorosas.

            Hay que viajar y explorar el mundo de oportunidades que la vida nos presenta, sin billete de regreso comprado. Como diría Mafalda: “Que el mundo se pare, que yo me bajo”…  No nos vendría mal poner el celular en modo avión en el fin de semana y en la medida que confiemos, mantengamos la curiosidad y el aprendizaje, creemos espacios de paz para encontrar recursos para contemplar el cambio de una manera más constructiva; muy posiblemente se podría contrarrestar ese miedo que todos sentimos a lo diferente, haya o no Covid.

nerea6@yahoo.com

jueves, 29 de octubre de 2020

¿Juventud, divino tesoro...?


Por Elsie Betancourt

        Es claro para todos o casi todos, la posición que ocupan hoy en día muchas de las personas de la tercera edad, (los de 60 p´arriba): es una posición “subalterna”;  supeditados a lo que dicta la nueva moda: El Edadismo. (El edadismo es discriminar a una persona por su edad). Estamos sujetos a la cultura que homenajea la juventud. Antes, se producía el mismo fenómeno. Escultores como Miguel Ángel, nos recordaban la eterna admiración que siente el ser humano por la juventud, símbolo de la belleza efímera. En la antigua Grecia, poetas como Homero, alababan los cuerpos jóvenes de los guerreros.

         Hoy, por las políticas de salud pública, el desarrollo socioeconómico, las comunicaciones y por otros factores, la proporción de personas mayores está creciendo de forma exponencial en casi todo el mundo. Antes, una persona de 40 años era considerada “vieja”. Hoy, apenas se está asomando a la etapa madura de la vida. Se suele oír decir que los que tienen 60 o más actualmente  son equiparables a los que tenían 40 o más en el siglo pasado.

            Yo no sé porqué, siempre he sido atraída por gente mayor. Cuando estaba chiquita quería ser grande. En el colegio me llevaba mejor con los profesores que con los niños. En la Universidad casi que lo mismo. No fue hasta que pasé los 25 que me di la posibilidad de tener más amigo/as de mi edad. Claro, durante esos años he comprobado que los mayores no todos son como creía de niña, gente sana y cultivada. Hay de todo como en botica.

            Pienso que nuestra sociedad considera a muchas personas mayores, como inútiles sociales. Con el tema de la importancia que se le da al cuerpo y la imagen exterior, muchos salen mal parados. A lo mejor al llegar a finales de este siglo, que está convertido en la búsqueda gozosa de las cirugías plásticas, los gimnasios, las dietas estrictas, el maquillaje, las ropas rejuvenecedoras, la liposucción…etc., el sueño masivo de consumo y ansiedad por resistir al tiempo estará disparado. Recientemente leí una reseña de Carl Honoré, quien afirmaba que “El Culto a la juventud hace que a los 40 años ya nos sintamos en decadencia”.  Será que como él dice “Reprimimos y expulsamos a la vejez, para que no nos recuerde la muerte que seremos?....Tremendo mensaje”. En donde quedará la gran sabiduría y experiencia acumulada que las personas mayores almacenan? En un San Alejo mental? Tristemente en muchas ocasiones ser mayor, se asocia con ser excluido en muchas partes y de muchas actividades. La reciente Revolución de las Canas, es ejemplo de ello. Frecuentemente oímos frases lapidarias como: “estás muy viejo para….”, “ dedícate a algo acorde a tu edad…” etc.

            Paradójicamente, todavía hay sectores vedados para los jóvenes. Para la toma de decisiones políticas y económicas, prima la experiencia y madurez que puedan tener los candidatos. El acceso al poder por parte de los jóvenes aun está en desventajas frente a los mayores, esos que fungen como “zorros viejos”. Pero vuelvo a repetir, entre éstos últimos,  hay de todo como en botica.

            Por lo pronto, puedo concluir que cada edad tiene sus pros y sus contras. Uno debe ser dueño de la que tiene para vivir la vida de la manera que quiera. No me imagino cómo será el envejecimiento en el futuro. Allá por los comienzos de la segunda mitad del siglo XXI, cuando los jóvenes de hoy alcancen su vejez,  ojalá estén preparados para asumirla sin prejuicios y actitudes negativas. Me encantó lo que leí en una ocasión: Una vejez sana es hija de una juventud ordenada. El culto a ésta es un fenómeno recurrente en la historia de las sociedades. ¿Debemos seguir cultivando ese tesoro?... No se. Ciertamente, la carencia de un rol reconocido de los adultos mayores dentro de la sociedad, está afectando nuestra memoria histórica, aquella que nos permite entender quienes somos, de dónde venimos y para dónde queremos ir. Me encantaria oír las reflexiones de mis lectores, al respecto.

nerea6@yahoo.com


viernes, 9 de octubre de 2020

Como Camaleonas


Por  Elsie Betancourt

                La alegría, el sabor, las costumbres y la forma de hablar son elementos que hacen parte de nuestra identidad cultural y nos representan en cualquier parte del mundo. Tenemos una riqueza única especialmente en el hablar, producto de la llegada de los españoles a América. Cada región tiene un acento y vocabulario especifico. Por eso no es posible hablar de un único acento colombiano.

                Pensando en lo anterior, creo que las palabras, al igual que las imágenes sufren una transformación sutil y se convierten en el pan de cada día de casi todos, al comunicarnos. Recientemente estuve en una llantería porque se me había “espichado” el carro y de repente el llantero me dijo: “¡Tía….tiene la llanta apolilla!”… me fastidió un poquito su forma de explicarme el problema y pensé…Tía??? Definitivamente, las palabras buscan otro tipo de manifestaciones.  Los ejemplos están por todos lados.  A La que vende corrientazos se le suele preguntar: ¿Amor, cuanto es?...En conversaciones ese Mi amor y Mi vida, tienen el propósito de acercar y poner en su sitio al mismo tiempo: ¡No mi amor, olvídate¡ …“Hermano no puedo hacer mas nada”… expresiones entre extraños que nunca se miran a los ojos. Entre personas que si se quieren no se viven diciendo Mi amor, Primo, Hermanito y si salen éstas a colación hay que estar mosca porque hay gato encerrado.

Cuánto vale?: ¿50 mil pesos?- ¿50 mil barras?- ¿50 mil lucas? ¿50 mil palos? Todas estas expresiones se refieren a un mismo valor y estando en el bolsillo, físicamente son iguales y sin embargo tienen distintos significados. De pronto el lenguaje busca lo que suena sensual para que deje un saborcito agradable y hacer más ligero el día o también para que  el acto y la imagen sean igual de juguetonas al momento de hablar y hacerle el quite a la monotonía.

    Hay palabras que nunca se tendrán como obsoletas y pasadas de moda, como son vaina y ajá. La primera sirve para designar algo cuyo nombre se ignora: “la vaina es que no sé por dónde empezar…” muletilla verbal que define todo, nada y de las preferidas y más usadas por los colombianos. Sirve hasta para guardar secretos: “¿Me trajiste la vaina que te dije?”… útil para regañar o echarle pullas a alguien: “¡Qué es la vaina tuya!”. Es tan popular la palabrita que se usa por igual desde la alta montaña hasta la playa, pasando por ciudades y pueblos. Ha pasado de generación en generación y en vez de extinguirse se robustece mas.

Prima suya es ajá, interjección que denota aprobación, satisfacción o sorpresa. A diario se usa como apoyo en conversaciones y pertenece más al léxico costeño y sorprende al visitante porque éste, puede que no entienda su aplicación. Hay mucho humor, ironía y picardía en las palabras de un costeño. Si alguien tiene un chiste que contar, dirá “Ajá, Suéltalo ¡”… A la amiga que hace rato no se ve: “Ajá niña, dichosos los ojos que te ven ¡… Ajá termina siendo la palabra más corta pero más completa y la explicación más sencilla y contundente para comunicarnos.

    Hay formas de saludarse, muy “especiales” especialmente entre los jóvenes: …Marica cómo estás? “Oye bandida, para dónde vas?”  Oye care e….” Y otras que por respeto a mis lectores no mencionaré. Los insultos son ahora las flores con las que adornamos a nuestras amistades más cercanas. Será por la sobrepoblación de significados para una misma cosa? Será por el placer de crear nuevas conexiones entre palabras e imágenes? Quizás…

    Cuando oímos: “Listo Calixto”, “Que culebra tengo”, “Bájate del bus”, “Eche…”, Nojoooda…”,  “Bacano…”, “ñerda…” etc.… palabras que solitas podrían confundir, nos recuerdan nuestra identidad cultural en expresiones que como camaleonas, cambian de significado dependiendo del momento y el tono de quien las dice, que al final es lo que les da vida propia y lo que “ultimadamente” importa.

nerea6@yahoo.com

 

 

 

sábado, 12 de septiembre de 2020

Sin tanta Prosopopeya...



Por: Elsie Betancourt

            Las distintas repercusiones que se generan por algún motivo en nuestro conglomerado social,  son siempre variables y dependen de las condiciones culturales y las distintas formas de gobierno que existen en el planeta. Lo que guardan en común las anteriores pestes que hemos vivido (de las que me recuerdo haber oído hablar : Sars (2002-2003), Gripe Aviar (2003-2004), Ebola en África (2013-2016), la gripe AH1N1 y el actual Covid), es la disposición de instituciones globales, que promueven una comprensión social global de las mismas y lo que se desprende: la colaboración, ayudarse entre sí, el miedo, el respeto a lo desconocido, investigar, etc. que a lo largo de la historia, han dado con soluciones a grandes males.

             Estamos viviendo lo que se podría llamar la disciplina a la fuerza de poblaciones enteras, las cuarentenas inamovibles a pesar del “importaculismo“ de algunos. Pero lejos de esta apreciación, nos podemos dar cuenta de la asimilación en el uso de las herramientas que permiten lidiar con esos cambios que han aterrizado en todos los hogares “a la fuerza”. Los análisis macros se los dejaré a los sociólogos, psicólogos, infectólogos  y todos los “ ..ologos” que ahora se multiplican como se ha multiplicado el Covid19.

            A diario, y en nuestra realidad cercana, encontramos ejemplos de los grandes cambios que han tocado a la puerta de todos, para unos, buenos y para otros no tan buenos. Para la muestra, los siguientes botones. Un amigo me compartió hace unos días por su celular, los recorridos diarios que realiza sagradamente en bicicleta desde las 5 Am. Están en su mapa: los puntos de parada obligatoria, kms recorridos, calorías quemadas, pulso, presión, etc. Todo, con la ayuda de la tecnología para estar fit, ya que no se puede estar en ejercicios grupales. Que contraste con el que vende Peto, ese que camella a pie desde las 5 PM por toda Barranquilla, llevando su preciado producto en su calambuco con anafre incorporado con el carbón que mantiene a temperatura agradable el manjar liquido que todos (especialmente los costeños) alguna vez hemos probado y la cornetica que lo anuncia (al peto) y que se reconoce a lo lejos. Nunca he visto un vendedor de peto “gordo” y ahora menos con esta situación. Ese no necesita “Ways” para saber que recorrido hacer para vender su producto y de paso se ejercita, “mata 2 pájaros de un mismo tiro”.

            Hace años formé parte de la Orquesta Sinfónica del Caribe y nuestros encuentros eran frecuentes y con todas las de la ley: salón de ensayo, atriles, partituras, afinación, métrica, orden, ensayo, Director… Sin embargo resulta tan contrastante y chévere a la vez, oír cualquier día y a cualquier hora un grupo de instrumentistas de vientos, tocando música bien sabrosa, sin atriles y sin director, bajo la sombra de cualquier árbol. ¡Cómo refrescan esos momentos y en forma tan descomplicada, el aburrimiento que nos acosa a todos¡

            La sofisticación en lo digital nos ha traído otro “status”. Desde los adultos mayores hasta los niños de 2 y 3 años ya abordan los medios digitales más fácilmente. La socialización, se ha modificado de una manera bastante profunda. Aunque nos burlamos y cansa un poco hacerlo varias horas seguidas, creo que el Zoom y la videoconferencia, fomentan un sentimiento de conexión genuino entre las personas. Las llamadas telefónicas comunes, ahora parecen un poco superficiales. Nos estamos acostumbrando a vernos más la cara y para vernos más como “bichos raros”, el uso de la mascarilla ha llegado para quedarse. Increíble que éstas constituyan una protección no tanto personal como social.

            A medida que los motores del crecimiento comienzan a acelerarse, necesitamos ver cómo el manejo prudente de la naturaleza puede ser parte de esta economía diferente que está surgiendo; una en que las finanzas y las acciones impulsen el crecimiento verde y una forma distinta de vida porque la salud de las personas y la del planeta son una y ambas pueden prosperar por igual. Creo que la pandemia nos ha traído cambios en todo nivel, pero también ventajas. Por último, no hay que olvidar que la prosopopeya en el actuar (recargado y artificioso) ya está dándole paso a lo sencillo y simple.

nerea6@yahoo.com


sábado, 22 de agosto de 2020

Con Hambre de...



Por Elsie Betancourt

Actualmente, a todos nos pasa que se nos enciende el televisor de la memoria y aparecen en su pantalla actores, sucesos, costumbres y hechos a quienes nuestra psiquis ha galardonado con el don de ser inmunes al borrador del tiempo y a todas las pandemias que en distintos momentos nos han asediado y que, en este 2020, forzosamente nos han obligado a vivir una “nueva normalidad”, frase de moda entre los covid-opinólogos.

Tristemente y muy rápido, se han ido muchos conocidos y seres queridos, jóvenes y mayores, lo que arrecia la necesidad de cuidarnos. Pero aja, como se hace? Hay que seguir pa’ lante. Hoy, casi todos tenemos “hambre”… desde las realidades físicas y espirituales que cada uno tiene.

Si normalmente muchas personas acuden a la comida en momentos de estrés o ansiedad, en esta situación que vivimos hoy, asaltar la nevera a toda hora es una “misión posible”. Para completar el panorama, el descenso de la actividad física nos llevará más pronto que tarde a ganar esos kilitos que después son "duros de quitar".  Toca es calmar los nervios, bajar el estrés y estar un poco más activos. Para que esa hambre física, que está tan ligada al hambre emocional no haga estragos, como dice el dicho “cuando falta el gato los ratones hacen fiesta”, valdría la pena aprender a reconocer cuándo es el estómago el que pide alimento o por el contrario si se trata es de nuestra cabeza.

Desafortunadamente, el aburrimiento, el estrés y sus otras primas, nos incitan a buscar paliar el malestar del encierro, arrastrando el consabido mea culpa después de cometido el pecado gastronómico. Los expertos aconsejan una dieta variada y saludable evitando las restricciones excesivas. Creo que no hay que “vivir para comer”, sino todo lo contrario.

Contrasta con esta situación,  la necesidad física por la que están pasando miles de personas: adultos, discapacitados, niños, venezolanos, aquí y en muchas partes;  muchos tienen que camellar el doble,  al depender de trabajos informales para sobrevivir y les toca romper las normas para no morirse de hambre. Las calles están vacías, pero también las neveras de muchos hogares y el rancho ardiendo… Ojalá las ayudas prometidas les lleguen a los que tanto las necesitan. Aprender a vivir en aislamiento, ha sido un duro reto para todos y más para los que tienen muchas necesidades.

Por lo pronto sigo con el hambre de... salir a tomarme un café con mis amigas, jugar tenis, entrar y salir cuando quiera, ir a cine, salir con mi nieto, sentir que la normalidad está en nuestros alrededores, respirar aire puro y saber que todo estará bien, como dice El Pibe, para disfrutar de eso en lo que a veces no nos enfocamos: lo sencillo. Ojalá las imágenes gratas que permanecen en la memoria, patrimonio inmaterial de nuestra vida, no caduquen ni sean remplazadas por las viscisitudes de la vida y para que esa nueva dimension del hambre, no las borre.

 nerea6@yahoo.com





sábado, 1 de agosto de 2020

Resultados de Cuenteando entre Nietos….


Por Elsie Betancourt


Antes que nada, quiero agradecerles por haberse tomado el trabajo de leer los cuentos de estos niños, que son la muestra del potencial que en cualquier edad tienen los  más pequeños y de lo mucho que pueden contar de cómo ven su mundo, en forma creativa y divertida.




La actividad tuvo 2 votaciones:

- La primera votación la hicieron los amables lectores de Ideas Peregrinas al “mejor cuento”. Esta votación otorga un “premio” por la ESCOGENCIA DEL PÚBLICO LECTOR.
















-La segunda votación corresponde a la dada por un Jurado Especial, formado por Elsa Urdaneta, Adela Renowitzky y Mónica Ovalle. Ellas escogieron entre los 5 concursantes y en las 3 categorías: la historia más divertida, el dibujo más lindo, personaje ppal. más destacado y el cuento más creativo. Los ganadores recibirán sus respectivos premios.

Resultados de los jueces:



Agradecimientos a María Alejandra Zambrano por el apoyo digital!!!