domingo, 20 de diciembre de 2020

Chao 2020¡¡¡

 

Por Elsie Betancourt

            Sin querer queriendo nos estamos aproximando al final de este año “tenebroso” para la humanidad. Las y los videntes que siempre están adelantándose a los acontecimientos por venir ni se imaginaron lo que éste 2020 encarnaría para el planeta. ¿Será por eso que se asocia el año bisiesto con cosas malas que nos pasan? Hay muchos ejemplos en la historia que coinciden con lo anterior: En 1912 se hundió el Titanic, en 1948 mataron a Ghandi; 20 años mas tarde a Martin Luther King,  en 1980 a John Lennon. Todos estos años fueron bisiestos. Al 29 de Febrero los escoceses lo consideran un día de mucha mala suerte.

            No sé si serán desafortunadas coincidencias, pero es mejor que este año pase lo más rápido posible. Todos estamos atemorizados y cansados en la incertidumbre de no saber que se nos viene.  Paradójicamente, hemos aprendido muchas cosas. Nos hicimos conscientes de algunos valores que teníamos olvidados. Empezamos a pasar más tiempo con los niños, frenamos el ritmo de vida, aprendimos del silencio y de la soledad. El mundo se nos abrió, si no se podía viajar, la tecnología nos permite viajar a lugares insospechados; Se acabó el salón de belleza, las uñas sin pinta-uñas ya respiran mas, lo mismo el pelo. Hasta la piel; ya no necesitamos estar maquillándonos porque con los tapabocas no se necesita éste. Ya puede uno desayunar sin pensar en trancones; la esclavitud del reloj ha pasado a un segundo plano; cómo nos hace falta la socialización a la que estábamos acostumbrados, ahora si valoramos más los momentos especiales, con hijos, amigos especiales y familia, por supuesto que a metro de distancia. El valor de las cosas materiales se ha devaluado. De qué sirve tener los zapatos, carteras, pintas de marca, cuando es mejor “no salir?”...

            Es muy cierto que no hay pruebas que indiquen que todos estos sucesos que hemos vivido, sean atribuibles al año por ser bisiesto; pueden contraponerse otros hechos positivos, pero la cuenta de los sucesos negativos acaecidos en ese año especial, inclina un poco la balanza hacia lo siniestro. Dejando a un lado los agüeros, me pregunto cómo vendrá el 2021?

            Creo que ya todos estamos aprendiendo lecciones en carne propia y en la de familiares y amigos con lo que hemos vivido en este año. Ojalá no se repitan las malas experiencias el año entrante.  La vacuna parece ser el remedio infalible a todo este rollo. 40 millones de ellas¡¡.. esperemos que no se tuerza el camino de ellas. Ojalá Diciembre no sea la nueva plataforma de despegue del virus. Ese bendito virus, se mueve, se expande, se propaga hasta que explota. Cae el blanco, el negro, el pobre, el rico, el bello, el maluco… nadie se salva, hasta ahora sólo el que goza de un cuerpo sano e inmunizado lo logra.

             El mundo definitivamente ya no será el mismo, pero hemos visto que no importa, siempre nos podremos reinventar. La ansiedad del futuro, la incomodidad al perder las rutinas y actividades de esparcimiento y la incertidumbre económica que significa el virus, taladran diariamente las expectativas de lo que esperamos tener al estrenar un nuevo año. Este 2020 ha sido un año para olvidar: Adiós al miedo, hola al Futuro.

            Sólo me resta desear un 2021 lleno de bendiciones y salud a mis lectores, que nos cuidemos con todas las precauciones posibles para evitar que sigamos amargados, en peligro y “acuartelados”. Quiero seguir compartiéndoles mis ideas peregrinas y me siento muy agradecida cuando las leen.

nerea6@yahoo.com

 

 

martes, 8 de diciembre de 2020

El Mejor legado¡

 

Por: Elsie Betancourt

                Mi niñez estuvo llena de muchos estereotipos (o sean modelos o patrones de conducta de cómo actuar, pensar y sentir). Crecí viendo por ejemplo, castigos con algunos llamados de atención, apertura de ojos (cuyas miradas hablaban más que 1000 palabras), entonaciones fuertes y hasta chancletazos;   los profesores estaban autorizados para imponer la disciplina y la falta de atención en el colegio, con reglas largas de madera, para estimular a punta de reglazos, que aprendiéramos, estudiáramos e hiciéramos tareas, si o si. En la casa, cada quien tenía que responder por sus funciones, ya fuese estudiar, hacer los deberes, ayudar a recoger el desorden que armábamos. Jugábamos en combo, con mis hermanos y amigos en la calle, nos bañábamos en el agua lluvia, tomábamos agua caliente (por el sol)  de las plumas que habían en cualquier patio delantero de las casas; callejeábamos, montábamos bicicleta y hacíamos muchos planes chéveres. Claro está, todo eso se podía hacer antes, sin mayor preocupación o supervision por parte de los papas ya que habían otras condiciones de seguridad; a veces sin que ellos dieran el permiso, nos escapábamos, pero nada serio pasaba al regresar a casa, sólo el consabido llamado de atención verbal.  La autoridad de los padres era acatada y respetada y no se discutían sus decisiones. No sé si fue el mejor método de enseñanza que tuve, pero ese fue al que tuve acceso.

                Me considero que estoy sana y equilibrada con proyectos de vida varios que he sacado adelante con mucho tesón y éxito en algunos. Nunca me traumaticé y siempre tuve muy claros los códigos y valores que recibí siendo niña. Considero que el maltrato físico  no es el mejor método para formar, ni defiendo las “perrateadas” en el buen sentido de la palabra a las que se exponía uno cuando las cosas no marchaban bien, entre los amigos o en la misma casa. Ciertamente el “autoestima” salía afectada, pero la “resiliencia” que todo ser humano tiene desarrollada o no, permitía crecer fuerte y con coraza para defenderse de lo que se viniera. Hoy seguramente el proceso de crecer ante tantas distracciones, entretenciones y la facilidad de tener todo a un “clic” puede ser mejor o peor, no sé.

                Me llama la atención el análisis que la filosofa española Montserrat Nebrera hace,  al considerar en un estudio realizado por ella,  que los hijos de la Generación X (nacidos a finales de los 60 y los 80), que están alcanzando los 18 años de edad- un gran número de ellos, conforman la “Generación Cristal” . Al parecer, muchos carecen de patrones definidos  que orienten su vida y son frágiles ante los embates que la vida produce. Esa característica “cristal” se refiere a la fragilidad o manera en que quedan rotos por dentro si algo no les sale como ellos deseaban. El análisis concluye que estos jóvenes son así de inestables porque sus padres quizás vivieron épocas de carencias materiales y emocionales y se empeñaron en salir adelante para darles todo y que no les faltase nada, como a ellos en su momento.

                Ese análisis me ha puesto a pensar y creo que conecta de alguna manera con la realidad que muchos vivimos actualmente.  En los  métodos de crianza que existen en este siglo XXI, (aclaro no en todos), hay un elemento que engloba las herramientas usadas para educar y es la Sobreprotección, que sumada a la ausencia de reglas, sanciones y atiborramiento de juguetes de todo tipo, tiene su efecto. ¿Nocivo o beneficioso?  Cada quien sabrá y lo sopesará.

                Creo que aprender a vivir libre y responsablemente implica asumir las consecuencias de nuestras acciones y decisiones. Un padre o madre que prive a sus hijos de esta posibilidad, claramente tendrá que cargar con tener hijos que no sepan solucionar conflictos en su día a día, y ser autónomos. Se corre el riesgo de que siempre estén aburridos y no saben  cómo estar ellos, consigo mismos. Cuando se cumplen reglas en cualquier escenario, ya sea la casa, el colegio, la universidad, el trabajo, tienen que obtenerse resultados acordes con esas reglas. Creo que aquí la flexibilidad juega un papel importante junto con la creatividad. Son características que pueden y deben existir, porque no se trata de actuar como producto de un molde: Todos iguales.  En la variedad está el placer, reza el refrán popular;  para ser y hacer con la carga genética que todos traemos hay que ser originales.

                Para terminar, lo ilegal, lo no ético, lo malo, no se debe festejar en los niños. Si se hace, tarde o temprano las consecuencias saltarán. Como dice el proverbio callejero, los niños no nacen malos, se hacen con el ejemplo que ven. Pienso que hay que recuperar la responsabilidad, la autoridad y la disciplina en la crianza. Si todas éstas se ponen en práctica, felicitaciones ¡ porque estamos formando buenos seres humanos y ese gran legado (el de la educación responsable), es un regalo que  no tiene precio y es irremplazable.

nerea6@yahoo.com