jueves, 29 de octubre de 2020

¿Juventud, divino tesoro...?


Por Elsie Betancourt

        Es claro para todos o casi todos, la posición que ocupan hoy en día muchas de las personas de la tercera edad, (los de 60 p´arriba): es una posición “subalterna”;  supeditados a lo que dicta la nueva moda: El Edadismo. (El edadismo es discriminar a una persona por su edad). Estamos sujetos a la cultura que homenajea la juventud. Antes, se producía el mismo fenómeno. Escultores como Miguel Ángel, nos recordaban la eterna admiración que siente el ser humano por la juventud, símbolo de la belleza efímera. En la antigua Grecia, poetas como Homero, alababan los cuerpos jóvenes de los guerreros.

         Hoy, por las políticas de salud pública, el desarrollo socioeconómico, las comunicaciones y por otros factores, la proporción de personas mayores está creciendo de forma exponencial en casi todo el mundo. Antes, una persona de 40 años era considerada “vieja”. Hoy, apenas se está asomando a la etapa madura de la vida. Se suele oír decir que los que tienen 60 o más actualmente  son equiparables a los que tenían 40 o más en el siglo pasado.

            Yo no sé porqué, siempre he sido atraída por gente mayor. Cuando estaba chiquita quería ser grande. En el colegio me llevaba mejor con los profesores que con los niños. En la Universidad casi que lo mismo. No fue hasta que pasé los 25 que me di la posibilidad de tener más amigo/as de mi edad. Claro, durante esos años he comprobado que los mayores no todos son como creía de niña, gente sana y cultivada. Hay de todo como en botica.

            Pienso que nuestra sociedad considera a muchas personas mayores, como inútiles sociales. Con el tema de la importancia que se le da al cuerpo y la imagen exterior, muchos salen mal parados. A lo mejor al llegar a finales de este siglo, que está convertido en la búsqueda gozosa de las cirugías plásticas, los gimnasios, las dietas estrictas, el maquillaje, las ropas rejuvenecedoras, la liposucción…etc., el sueño masivo de consumo y ansiedad por resistir al tiempo estará disparado. Recientemente leí una reseña de Carl Honoré, quien afirmaba que “El Culto a la juventud hace que a los 40 años ya nos sintamos en decadencia”.  Será que como él dice “Reprimimos y expulsamos a la vejez, para que no nos recuerde la muerte que seremos?....Tremendo mensaje”. En donde quedará la gran sabiduría y experiencia acumulada que las personas mayores almacenan? En un San Alejo mental? Tristemente en muchas ocasiones ser mayor, se asocia con ser excluido en muchas partes y de muchas actividades. La reciente Revolución de las Canas, es ejemplo de ello. Frecuentemente oímos frases lapidarias como: “estás muy viejo para….”, “ dedícate a algo acorde a tu edad…” etc.

            Paradójicamente, todavía hay sectores vedados para los jóvenes. Para la toma de decisiones políticas y económicas, prima la experiencia y madurez que puedan tener los candidatos. El acceso al poder por parte de los jóvenes aun está en desventajas frente a los mayores, esos que fungen como “zorros viejos”. Pero vuelvo a repetir, entre éstos últimos,  hay de todo como en botica.

            Por lo pronto, puedo concluir que cada edad tiene sus pros y sus contras. Uno debe ser dueño de la que tiene para vivir la vida de la manera que quiera. No me imagino cómo será el envejecimiento en el futuro. Allá por los comienzos de la segunda mitad del siglo XXI, cuando los jóvenes de hoy alcancen su vejez,  ojalá estén preparados para asumirla sin prejuicios y actitudes negativas. Me encantó lo que leí en una ocasión: Una vejez sana es hija de una juventud ordenada. El culto a ésta es un fenómeno recurrente en la historia de las sociedades. ¿Debemos seguir cultivando ese tesoro?... No se. Ciertamente, la carencia de un rol reconocido de los adultos mayores dentro de la sociedad, está afectando nuestra memoria histórica, aquella que nos permite entender quienes somos, de dónde venimos y para dónde queremos ir. Me encantaria oír las reflexiones de mis lectores, al respecto.

nerea6@yahoo.com


viernes, 9 de octubre de 2020

Como Camaleonas


Por  Elsie Betancourt

                La alegría, el sabor, las costumbres y la forma de hablar son elementos que hacen parte de nuestra identidad cultural y nos representan en cualquier parte del mundo. Tenemos una riqueza única especialmente en el hablar, producto de la llegada de los españoles a América. Cada región tiene un acento y vocabulario especifico. Por eso no es posible hablar de un único acento colombiano.

                Pensando en lo anterior, creo que las palabras, al igual que las imágenes sufren una transformación sutil y se convierten en el pan de cada día de casi todos, al comunicarnos. Recientemente estuve en una llantería porque se me había “espichado” el carro y de repente el llantero me dijo: “¡Tía….tiene la llanta apolilla!”… me fastidió un poquito su forma de explicarme el problema y pensé…Tía??? Definitivamente, las palabras buscan otro tipo de manifestaciones.  Los ejemplos están por todos lados.  A La que vende corrientazos se le suele preguntar: ¿Amor, cuanto es?...En conversaciones ese Mi amor y Mi vida, tienen el propósito de acercar y poner en su sitio al mismo tiempo: ¡No mi amor, olvídate¡ …“Hermano no puedo hacer mas nada”… expresiones entre extraños que nunca se miran a los ojos. Entre personas que si se quieren no se viven diciendo Mi amor, Primo, Hermanito y si salen éstas a colación hay que estar mosca porque hay gato encerrado.

Cuánto vale?: ¿50 mil pesos?- ¿50 mil barras?- ¿50 mil lucas? ¿50 mil palos? Todas estas expresiones se refieren a un mismo valor y estando en el bolsillo, físicamente son iguales y sin embargo tienen distintos significados. De pronto el lenguaje busca lo que suena sensual para que deje un saborcito agradable y hacer más ligero el día o también para que  el acto y la imagen sean igual de juguetonas al momento de hablar y hacerle el quite a la monotonía.

    Hay palabras que nunca se tendrán como obsoletas y pasadas de moda, como son vaina y ajá. La primera sirve para designar algo cuyo nombre se ignora: “la vaina es que no sé por dónde empezar…” muletilla verbal que define todo, nada y de las preferidas y más usadas por los colombianos. Sirve hasta para guardar secretos: “¿Me trajiste la vaina que te dije?”… útil para regañar o echarle pullas a alguien: “¡Qué es la vaina tuya!”. Es tan popular la palabrita que se usa por igual desde la alta montaña hasta la playa, pasando por ciudades y pueblos. Ha pasado de generación en generación y en vez de extinguirse se robustece mas.

Prima suya es ajá, interjección que denota aprobación, satisfacción o sorpresa. A diario se usa como apoyo en conversaciones y pertenece más al léxico costeño y sorprende al visitante porque éste, puede que no entienda su aplicación. Hay mucho humor, ironía y picardía en las palabras de un costeño. Si alguien tiene un chiste que contar, dirá “Ajá, Suéltalo ¡”… A la amiga que hace rato no se ve: “Ajá niña, dichosos los ojos que te ven ¡… Ajá termina siendo la palabra más corta pero más completa y la explicación más sencilla y contundente para comunicarnos.

    Hay formas de saludarse, muy “especiales” especialmente entre los jóvenes: …Marica cómo estás? “Oye bandida, para dónde vas?”  Oye care e….” Y otras que por respeto a mis lectores no mencionaré. Los insultos son ahora las flores con las que adornamos a nuestras amistades más cercanas. Será por la sobrepoblación de significados para una misma cosa? Será por el placer de crear nuevas conexiones entre palabras e imágenes? Quizás…

    Cuando oímos: “Listo Calixto”, “Que culebra tengo”, “Bájate del bus”, “Eche…”, Nojoooda…”,  “Bacano…”, “ñerda…” etc.… palabras que solitas podrían confundir, nos recuerdan nuestra identidad cultural en expresiones que como camaleonas, cambian de significado dependiendo del momento y el tono de quien las dice, que al final es lo que les da vida propia y lo que “ultimadamente” importa.

nerea6@yahoo.com