jueves, 24 de junio de 2021

Alegrando la Vida...

Por Elsie Betancourt

            La magia de la amistad está en todos nosotros; se siembra, se riega, se pone al sol, se le quita el monte para que pueda crecer libre.  Un amigo se asemeja a un hermano. Las primeras amistades que se construyen por ejemplo, desde la infancia, son inolvidables. Esas (las amistades),  son las que nos conocieron antes de que supiéramos qué íbamos a ser cuando grandes: músicos, pintores, vagos, médicos, deportistas, etc… mantienen las características del amor, la lealtad, la solidaridad, la incondicionalidad, la sinceridad, el compromiso que se fortalece con el trato asiduo y el interés mutuo a lo largo del tiempo.

         

   La amistad no solamente surge con quienes tenemos más afinidades sino que aparece entre personas muy dispares. A veces ese es el factor que fortalece la relación porque las diferencias en caracteres, modos de ver las cosas, costumbres,  compartir los buenos y malos momentos de la vida, encienden la chispa del entendimiento y se sosiega el espíritu. El amor en el matrimonio se propone que dure para siempre y el  voto que se hace,  así lo establece.  Sin embargo, la amistad, no atada a más compromiso que el afecto recíproco tiende a fortalecerlo. Menos mal… porque con el tiempo todo se transforma. En mi experiencia, vi en mis padres, una relación de 74 años basada en la comprensión, tolerancia y amor. Un ejemplo inspirador… que a pesar de ser ambos personas con distintos caracteres y modo de ser, supieron acoplarse con todos los altibajos que se pueden presentar en una relación de convivencia tan larga y fueron sorteados admirablemente por el amor que se tenían.

   

         En este mundo “hollywoodesco” y globalizado, vemos que las relaciones basadas en la inmediatez, la superficialidad y lo que está de moda, no permiten crear vínculos de amistad y de amores duraderos y sólidos. Me gusta leer la frase “los amigos son la familia que escogemos y nuestros compañeros de vida”. Un buen amigo siempre estará a nuestro lado, en los buenos y en los malos momentos, sin exigencias, sin esperar nada; te abrazará cuando estés triste y secará tus lagrimas del mismo modo que te sacará tu mejor sonrisa, celebrará tus logros, te acompañará en los fracasos.  Una amistad verdadera es para toda la vida y de ahí la importancia  de valorar cuáles son aquellas amistades que vale la pena que permanezcan a nuestro lado.

            Aprender a distinguir un buen amigo de un compañero puede ser difícil. Por ejemplo, me he puesto a analizar los grupos a los que uno pertenece y más en esta pandemia;  los que le proporcionan de alguna forma alegría y se integra uno, recibiendo  dosis de reconocimiento muy importante para el autoestima (no confundir con el ego) y amor propio. Cuando se generan esos sentidos de pertenencia, se rompe la soledad por la buena energía que se recibe de éstos. Las aficiones comunes unen mucho. Yo por ejemplo estoy en un coro virtual,  que me saca de la monotonía del encierro y me divierto cantando con mis compañeros.

 

           Si bien es cierto que todos tenemos algún que otro amigo, éstos se pueden contar con los dedos de una mano ya que es muy difícil para el cerebro humano establecer vínculos tan fuertes como la amistad y que perduren a lo largo de los días y en contra de todas las adversidades. Siempre he oído decir que quien tiene un amigo tiene un tesoro… creo que es verdad. Los buenos amigos son un bálsamo para la vida y un antídoto contra las enfermedades físicas y emocionales. El que es amigo sabe que no es nuestra madre, ni nuestro confesor y menos nuestro sicólogo. Es el que comparte los momentos difíciles de manera espontánea y sencilla. Si sabe que uno está “frito”, invita a un helado, a dar una vuelta… si sabe que uno sufre, estará a nuestro lado de una forma callada y no invasiva.

  

          Los amigos (afortunados los que los tenemos) son como chispas en la vida que entonan, iluminan y le dan un tinte chévere a la amistad…. Lazo invisible, vínculo de afecto que perdura en el tiempo…

nerea6@yahoo.com 

martes, 15 de junio de 2021

Tarea de Todos...

Por Elsie Betancourt

            El conocer así sea por TV todo lo que tiene que ver con el mundo de la vida salvaje, nos recuerda qué frágiles y vulnerables podemos ser ante los animales y a la vez lo que podemos disfrutar con los que viven con nosotros (los domésticos)… los que nos brindan ternura, compañía y amistad siendo actualmente,  nuestros compañeros inseparables frente a la soledad y el temor al virus. La maravilla de la naturaleza en la que convivimos con esos seres silenciosos pero que cada uno tiene algo que decir en su entorno y que muchas veces desconocemos y agredimos es espléndida. Cada uno sabe cómo defenderse, cómo encontrar comida, cómo protegerse pero no ante la implacable presencia y a veces depredadora mano del hombre.

            El tema del maltrato animal, la experimentación con las distintas especies, (que gracias a Dios hoy se puede reducir con las simulaciones que las herramientas tecnológicas permiten realizar), es un tema que considero doloroso y no me gusta comentar. Enumeraré sin profundizar en ello,  por ejemplo lo que para mi concepto es una vergüenza en promover: los animales en fiestas, (por ejemplo los toros), las experimentaciones en laboratorios, la belleza sin crueldad (usar zapatos o ropa hecha con la piel de los animales), comercio ilegal de especies, abandono y maltrato animal…. Y la lista sigue.

            Hay animales que gozan de una pésima fama como por ejemplo los murciélagos, entre otros, que aparte de feos cargan con el hecho de haber sido portadores del Covid.  A ciencia cierta no sabemos si esto sea cierto. Su objeto tendrán en la naturaleza,  pero por lo pronto hay que tenerlos de lejos.

            Desde que tengo uso de razón  y que me acuerde, siempre he tenido nexos con animales domésticos: perros (de todas las marcas: bastos, chandosos, de raza con y sin  “pedigree”),  pescaditos, tortugas, patos, loros que hablan, cantan y que dicen malas palabras, lagartijas (a las que les encanta el café y la cerveza)… y hasta ahora un gato adoptado. Con éste último he tenido una nueva experiencia y el  descubrimiento a otro mundo, diferente a tener perros cerca (que siempre ha sido la constante en mi vida, con todos los que he tenido: Lasky, Ruffo, Yiya, Pochi, Bravonel, Sultán, Nicanor…. que ya no están conmigo, pero que siempre los recuerdo con mucho cariño). Mi amor hacia los animales hace que los considere demasiado aliados cuando tenemos uno cerca. Mi predilección siempre ha sido hacia el perro. Aunque me emocionan mucho los caballos. Pero ahora el gato me está mostrando una nueva perspectiva de tener un simpático y enigmático personaje cerca.

          El llegar a casa y ver cómo la mascota  (cualquiera que ella sea) salta de felicidad y se pone loquito/a  por nuestra llegada es algo que le cambia el ánimo a cualquiera. Puede uno estar cansado y estresado pero ese recibimiento lo hace a uno feliz y saca sonrisas.  Ese precisamente es uno de los principales beneficios de las mascotas en la vida de las personas; su contacto cercano provoca la liberación de oxitocina que es la conocida hormona del amor,  generando sentimientos de alegría y confianza.

            Porqué defender a los animales? Porque no hay un dolor para éstos y otro para las personas… es el mismo dolor y tiene las mismas consecuencias, sea cual fuere la especie que lo experimenta por lo que la piedad y el respeto deben aplicarse a toda criatura viviente y no sólo al género humano. Lástima que desde que somos niños y niñas se nos educa en la idea de que usar a los animales, por ejemplo, como recurso alimenticio es algo justificable y normal. Crecemos dando por sentado que es así y nos acostumbramos a ello. Toda una vida haciendo lo mismo es difícil pero no imposible dejar de hacerlo.

                        Hay tantas acciones que se pueden aplicar para la protección y el cuidado de los animales: evitar la deforestación, prohibir su caza innecesaria, contribuir por medio del reciclaje a la disminución de la tala de árboles, hábitats de millones de éstos. No maltratarlos ni abusar de ellos. Como decía el filosofo alemán del siglo XIX Arthur Schopenhauer, “La compasión por los animales está asociada con la bondad del carácter y puede ser afirmado que el que es cruel con los animales no puede ser una buena persona”.

            La invitación es a poner nuestro granito de arena para proteger a los animales (cualesquiera que sea su naturaleza salvaje o domestica), que día a día pierden sus hábitats, que están más indefensos ante los daños del ser humano, que día a día se mueren por el plástico que inunda los mares y que cada vez de forma más clara nos envían un mensaje de ayuda, es Tarea de Todos, ayudarlos….

nerea6@yahoo.com

 

 

jueves, 3 de junio de 2021

Escuchar...

                                                  

Por Elsie Betancourt.

            Como todos sabemos, Escuchar es un verbo que hace referencia a la acción de poner atención en algo que es captado por el oído. Esta función depende de éste y gira en torno a la escucha que hacemos de lo que nos rodea, claro está y de lo que no queremos oír y también nos rodea. Cada vez me convenzo más lo conveniente que resulta aprender a escuchar a los demás y no simplemente oír lo que dicen.

            Por ejemplo, en una actividad comercial hay que saber escuchar o “pechichar” a los clientes, diría yo,  porque de eso depende conservar la clientela y no propiciar que se vayan para la competencia; las relaciones entre amigos se mantienen si las personas implicadas se escuchan con interés y sinceridad. Lo mismo sucede en las relaciones de pareja o en cualquier otro ámbito.

            En cualquier caso, saber escuchar implica tener empatía hacia nuestro interlocutor, dejarle hablar sin interrupciones, manejar los momentos de silencio y hacer preguntas pertinentes. Saber escuchar es un arte…. No se trata sólo de prestar atención a lo que se dice y mostrar respeto a nuestro interlocutor, sino captar lo que el otro está pensando más allá de lo que está diciendo…no juzgar, no distraerse haciendo otras cosas; no asumir que se sabe lo que va a decir el interlocutor y adelantarse a decirlo (una mala costumbre muy frecuente); no dar soluciones, sino considerar que el otro es capaz de encontrar la suya.

                Cuando vemos un programa de televisión es muy probable que prestemos poca atención a lo que se dice, porque quizás el efecto de las imágenes nos distraen por momentos; sin embargo sin esfuerzo es probable que nos conectemos nuevamente con lo que vemos y oímos. La radio, exige mayor concentración para llevar el hilo de lo que se dice. Mientras el televidente ve y escucha el oyente sólo escucha.      

           

            Todo esto nos conduce impajaritablemente, a reconocer a los que se “pasan de piña” cuando se comunican: el o la que no respeta los tiempos en las conversaciones y toma el turno de la palabra sin tener en cuenta que lo que tienen que decir los demás, también es importante. Es típica la persona que habla mucho pero escucha poco… por el contrario le gusta ser el centro de atención en las conversaciones con los amigos. Le gusta aportar sus puntos de vista sobre un tema, contar anécdotas, recordar hechos importantes o simplemente romper el silencio con palabras que en ocasiones pueden agotar al interlocutor, que echa de menos el valor del  silencio en la conversación. Lo peor se da cuando hay 2 personas con las mismas características que compiten por brillar en cualquier reunión.

            Hablando sobre la comunicación, suele pasar que cuando no se tiene el poder de concentración bien desarrollado,  la mente tiende a desconectarse ante el discurso del otro porque uno se puede sentir desbordado por tanta información; ahí nacen los “sordos, ciegos y mudos "; el exceso de palabras aburre y a veces produce agotamiento, hay que economizar diría yo, el lenguaje. Aquí cabe mencionar, por ejemplo,  las famosas cantaletas que se le aplican a los hijos, la pareja o a los amigos en general.  Las personas se hartan de los discursos simples, repetidos y sin contenido. Menos es más.

            Saber hablar es una cosa y saber comunicar es “harina de otro costal”. Son diversos los factores que intervienen en la comunicación, no sólo los antes mencionados sino el “lenguaje corporal” que también puede ser percibido o “escuchado” y que mande mensajes fuertes… lo que aprendamos con respecto a cómo escuchar mejor (y por tanto comunicarse) se puede aplicar en cualquier ámbito de la vida cotidiana. Amigos y conocidos, así como la familia, ayudarán a mantener mejores y más agradables relaciones y se podrán resolver problemas con más facilidad ya que estamos en una sociedad donde no siempre interesa lo que otros tengan que decirnos, porque lo único que cuenta es aquello de lo que uno está convencido. Escuchar es una actitud ante la vida que no siempre practicamos…hay que mirar más a los ojos, dar tiempo y ser pacientes, hay que dedicarse a ejercitar, hablar menos.

nerea6@yahoo.com