Por Elsie Betancourt
Poco
a poco nos estamos acostumbrando nuevamente a la alegría colectiva, que tanta
falta nos hace. Las investigaciones han descubierto que la gente se ríe 5 veces
más cuando está con otras personas que cuando está sola. Hasta intercambiar
mamaderas de gallo con cualquiera basta para desatar al menos sonrisas… eso no
quiere decir que no se pueda encontrar placer al ver una serie de televisión
como Yo me Llamo, por ejemplo, que puede desatar goce de esa actividad
colectiva.
Cuando nos reunimos en torno a un propósito compartido, el sentimiento de energía y armonía que se siente es grande. No más ver cuando juega la Selección Colombia el país y mas Barranquilla se pone en “modo Selección”. La efervescencia colectiva se muestra por ejemplo en todos los vendedores con la amarilla puesta; la gente bailando y coreando a los jugadores predilectos cuando saltan a la grama; últimamente no ha valido distanciamiento ni tapabocas, (cosa con la que no estoy muy de acuerdo… por si las moscas hay que cuidarse) sólo prevalece la ilusión de que la Selección pueda llegar a Qatar. “Juntos” hacemos mucha fuerza.
Con
la llegada del Covid, los momentos de
conexión colectiva se redujeron a la mínima expresión. Ahora te conectas con el
gato, con el perro cuando lo sacas a pasear y con las personas con las que
convives y las que están a distancia, a través de medios digitales. Antes, todo
el mundo de lejos; ahorita, no tanto y
hasta demasiado “desinhibidos”.
Las
emociones son como enfermedades contagiosas: se transmiten de una persona a
otra. Al comienzo de la pandemia en marzo del 2020, la primera emoción que se
propagó fue el miedo. Una ola de pánico se extendió en las comunidades hasta el
punto de que paquete que llegaba tenía que ser desinfectado y hasta el gel
antibacterial escaseaba por ser acaparado.
Muchos perdieron sus seres queridos, otros se quedaron sin trabajo,
muchos locales comerciales quedaron desocupados y la gran mayoría perdimos
semejanza con la vida normal. Antes, cuando veía a las mujeres árabes con la
burka siempre me preguntaba hasta cuando esa moda finalizará y veo que ha
llegado al resto del planeta para quedarse. Hasta la depresión o ansiedad se disparó:
mientras 1 de cada 10 personas la padecían, ahora 4 de cada 10 la sufren.
En
todo este escenario, a pesar de que el sector musical se enfrenta a daños
incalculables, famosos artistas, profesionales anónimos o aficionados amenizan
“la añoranza de la normalidad “con el
poder del pentagrama; se oye música en calles vacías, también desde un patio,
una azotea, un balcón, centros comerciales y redes sociales. Ponen la nota
linda, que entra a ser fuente de optimismo, solidaridad y arte en estos tiempos
tan ajetreados de pandemia en donde las variables griegas van remplazándose.
Todos
sabemos que la música siempre ha sido parte de nuestra especie, bajo muchas
formas. Ha sido hasta un tipo de lenguaje. En un momento dado es clave para relajar y
disminuir el estrés. Escuchar las canciones favoritas ayuda a no sentirnos solos,
a levantarnos el ánimo, a cantar así sea en el baño, manifestando emociones de
forma creativa.
Tal
como dice un artículo del Departamento de Comunicación de Naciones Unidas: “La
música no cura una pandemia, pero alegra el alma”. Yo agregaría que es muy
necesaria para llenar nuestros vacíos. Con la llegada de Diciembre, muy
seguramente su papel será protagónico. Esta época del año es la que mas carga
emocional tiene. Sentimos desde ilusión y alegría hasta tristeza y añoranza.
Muchas…? (o pocas) serán las reuniones sociales y familiares que nos pueden
hacer disfrutar para rencontrarnos con nuestros seres queridos y recordar a los
que se han ido. Ojalá que prime en éstas la mesura y el cuidado.
Para
muchos, la alegría que hace falta, es la esperanza por emprender y lograr algún
proyecto personal o profesional; la esperanza por mejorar la salud y la ilusión
de sentirnos vivos y que cada día esté lleno de lo mejor para que tenga su
propio sentido la vida. A pesar de lo que describen los cuentos de hadas, la
felicidad no aparece por arte de magia,
ni llega porque si… hay que cultivarla. Siento que ésta puede ser una llave
para tener una vida plena. Lo único que se lleva uno de esta vida es lo que
vivimos, así que hay que vivir con
alegría lo que uno se quiera llevar.
nerea6@yahoo.com
Super como todas
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