Por Elsie Betancourt
He
llegado a la conclusión de que cada generación tiene sus motivaciones distintas
para estudiar. Recuerdo que durante muchos años acceder a los estudios
superiores era un privilegio de las clases mas pudientes y tener formación, era
un indicador de estatus. Sin embargo, hoy por hoy, alcanzar determinado nivel
educativo se convierte en algo imprescindible para acceder al mercado laboral.
Cuando terminé el bachillerato, siempre le oía decir a mi papá que terminar una carrera, me permitiría llegar a otro nivel de desempeño tanto laboral como social; en familias grandes como la mía, era un reto poder llegar “todos” a ser profesionales. Recuerdo que me gané una beca en sexto de bachillerato, en el Liceo Celedón, colegio de Santa Marta, que constituyó el tiquete gratis para entrar a la Universidad del Atlántico, a estudiar una “carrera de peso”; escogí Ingeniería Química por su prestigio, aunque en secreto, me apasionaba mucho más la Música. Terminé mi carrera y después de algunos años, inicié otra en Música, que era lo que me gustaba.
Pienso que, en nuestra sociedad, no se valora tanto el conocimiento como las acreditaciones y los títulos; el sistema educativo prioriza ante todo la productividad y las competencias profesionales mientras que los objetivos relacionados con el medio ambiente y la justicia social, tienen una importancia menor. Menos mal que cada vez son más, los que se arriesgan y persiguen su vocación, escogiendo aquello que les apasiona por encima de lo que les pueda dar beneficios. Ejemplos hay los que se quieran: músicos, pintores, cantantes, bailarines, deportistas, etc.….
Hoy, la
titulitis no da tanta satisfacción como el valor que tiene el conocimiento en sí.
Cuando se encuentran contradicciones entre una educación que, en vez de enseñar
a pensar, razonar, a desarrollar un pensamiento crítico propio original,
creativo… lo que hace es: transmitir
contenidos que entran en serie con lo que se puede conseguir en Internet y los
distintos medios de comunicación, esto, desnuda la falta de herramientas para
saber procesar y acomodar ese vasto contenido, a las estructuras de pensamiento
propias.
La
presión de asegurar un mejor futuro socio- económico o una “supuesta mejor
valoración” conlleva a escoger una carrera que “$$$valga la pena$$$$....
No obstante, muchos jóvenes se han visto obligados a seguir viviendo en la casa
de sus padres porque no encuentran un buen trabajo.
Ante ese panorama, los jóvenes de nuestro país siguen eligiendo las clásicas Arquitectura, Derecho, Psicología, Contaduría, Administración de Empresas, sigue la lista y los mas arriesgados escogen Música, Pintura, Danza, Cine, Deporte …
Sabemos
que los jóvenes de hoy son una generación diferente a las anteriores. Han
crecido en un mundo digital y globalizado y tienen acceso a mucha información y
recursos. Definitivamente esto moldea su forma de aprender; he comprendido,
desde mi práctica como docente musical, que el aprendizaje que buscan debe ser activo,
en donde su participación sea esencial.
Aprenden lo que ellos relacionan con sus intereses…por ejemplo, si es en
el mundo de la música, lo que oyen es lo que quieren tocar. Hay que tratar de
ser un modelo positivo, en donde se valore el aprendizaje y el trabajo que esto
conlleva.
Como
educadores, debemos estar preparados para adaptarnos a estos cambios
constantes. La educación de hoy enfrenta un reto complejo: encontrar el
equilibrio entre la satisfacción personal y las demandas de un mercado laboral
cada vez más competitivo. Guiar a los
jóvenes a que elijan con conocimiento y pasión, sin sacrificar sus ideales por
la presión social, es el verdadero desafío.
nerea6@yahoo.com
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