Por Elsie Betancourt
Todos
cargamos con dolores (físicos, emocionales y existenciales) … ¿quién no? El
tema es cómo los lidiamos. Desde muy niña, un familiar muy allegado a mí, era
experto en quejarse hasta cuando se le movía un pelo … a pesar de ser una
persona joven, frecuentemente el rosario de quejas por dolores era constante e
iba “increscendo” … era una situación que rayaba en qué hacer para ayudar; me
sentía impotente, no sabía que decir ni que hacer… eso me marcó.
Todos nos quejamos en algún momento. Algunas veces, nos quejamos más de la cuenta. Probablemente todos necesitemos una válvula de escape en alguna situación. La queja es una forma de desahogarse, de expresar una emoción, de liberar tensiones. Pero cuando se vuelve una forma de relación, hay que analizar de dónde viene esa queja, que efectos tiene en la persona que la hace y que efectos tiene sobre nosotros.
Suelo
preguntarme ¿por qué nos quejamos tanto? … los expertos coinciden en decir
que cuando nos comunicamos por medio de la queja, existe el riesgo del contagio
emocional y se corre el riesgo de experimentar o vivir la misma insatisfacción
que experimenta el otro. En mi interior, al menos intento exhibir “un
escudo” que mantiene a raya la quejadera y más bien trato de ser una persona
asertiva, presta a resolver mis fallas físicas o emocionales cuando se
presentan, con “especialistas”.
No sé, si cuando somos ya mayores, el peligro de quedarse atrapado en el ciclo dolor – queja- lamento – resignación, acecha. De mi esposo, aprendí que cero quejas, es lo mejor que puede hacer uno, especialmente cuando no se puede controlar lo que ocurre por fuera, el modo de ser de otras personas, etc.…. Cómo reaccionas ante esas situaciones, es lo que marca la diferencia. Sabio consejo ….
En una
ocasión, en reunión con unas amigas, uno de ellos empezó a hablar sobre sus
dolencias en la rodilla, el resto terminó hasta quejándose del alma. Tengo una
amiga que siempre que inicia cualquier conversación lo hace con una queja. Sólo
con preguntarle ¿Cómo estás? Suscita en ella un sinfín de lamentos sobre
cualquier tema, desde los hijos, esposo y su salud. Estar cerca de ella abruma.
La conversación siempre empieza inocente, pero si nos descuidamos, podríamos
hacer un recorrido nacional de dolores ajenos, la rodilla, la gastritis, la
soledad, el insomnio… y sigue la lista.
¿Sin embargo, me pregunto si la queja puede unir? (¿nos une lo que nos molesta?) … será que estamos conjugando el verbo quejarse: yo me quejo, tu te quejas, el, ella se queja …. Etc.… para formar un pequeño club de lamentos??? Ojalá que no. Desde mi experiencia, valdría la pena explorar cambios, pedir ayuda sin dramatismo; a veces pienso que nos quejamos no porque nos duela tanto, sino porque no sabemos cómo pedir que alguien nos escuche sin juicio; ¿por qué cuesta tanto ver, lo que, SI FUNCIONA, lo que aún está bien? Todas esas preguntas tendrán distintas respuestas… dependiendo de cada uno.
¿Amigo, has logrado de alguna manera controlar
la tendencia a la queja? Tremendo logro¡¡ te invito a compartirlo. La queja, que no lleva a ninguna acción, se
convierte en hábito y el hábito en actitud … una muy cansona, por cierto. Por
lo pronto, seguiré escribiendo sin quejarme… ¿será que hay que quejarse con
estilo para no aburrir? Gracias por leer mis ocurrencias…
nerea6@yahoo.com