
Por Elsie Betancourt
El liderazgo es hoy por hoy una de las facetas del ser
humano que más afecta para bien o para mal a cualquiera. Para influir en la
forma de ser o actuar de las personas en un grupo de trabajo o social, se necesita
tener la capacidad no sólo innata sino
cultivada para gestionar, convocar, promover, incentivar, motivar y evaluar
cualquier proyecto de forma eficaz y eficiente.
Muchos ejemplos, recrean lo que el liderazgo o su
ausencia, en esta época de “revolución” en las comunicaciones forja en muchos
campos. Con una lupa desprovista del lente del feminismo, un fenómeno que
observo y que como mujer creo que necesitamos eliminar, son las barreras para
un mayor desarrollo laboral femenino, que se sigue nutriendo (cada vez menos
afortunadamente, pero que persiste), de
tradiciones llenas de prejuicios. Se establecen patrones de dirección con
características “masculinas” imposibilitando la participación de la mujer en
cargos directivos que marquen verdaderamente la diferencia.
Este detalle en el fondo, genera que la mujer no
asimile genuinamente la idea de liderazgo. Y todo nace, a menudo,
porque a las niñas no se les enseña desde pequeñas: a ser líderes, a ser
autosuficientes, a saber “defenderse físicamente” de cualquier agresión, a
creer en la fuerza interna que como generadoras de vida pueden liderar con preparación
intelectual. La preservación del estereotipo “maternal y delicado” puede seguir
pero con raíces que permitan afrontar y escalar los retos de un siglo en el que
el cambio de paradigmas es real.
El poder transformador de las mujeres es un recurso
indispensable para superar estos desafíos. Sociólogos estiman que en el mundo
60 millones de niñas sigue sin tener acceso a la escuela y 1 de cada 3 se casa
(o la casan) antes de cumplir los 18 años. Las mujeres aun ganan alrededor del
40% menos que los hombres, el 35% de ellas sufre violencia intrafamiliar y sólo
22 de cada 100 parlamentarios son mujeres. El progreso es lento e irregular,
pero se está dando.
Siguiendo con los ejemplos de liderar vemos que gracias a
la evolución de Internet, hoy existen personas y sitios en la red capaces de
generar opinión, influenciar a muchos.
Más allá de estar de moda, son una realidad. Bajo la forma de celebridad, de
una persona o sitio en Internet, con una gran cantidad de seguidores, en
realidad son muchas las maneras en que somos influenciados. A medida que nuestra dependencia de las redes
sociales crece y está más integrada en nuestras vidas, estamos cada vez mas
influidos que nunca por lo que se ve en línea.
Si analizamos el
hilo conductor de lo que produce la “jartera” de ver a “los vivos vivir de los bobos”,
surgió el movimiento de masas que vimos el 21 de Nov. y el 4 de Diciembre, en
el que ciudadanas y ciudadanos, estudiantes, trabajadores de los oficios más
variados, afros, indígenas, recorrieron el país ordenadamente cantando,
bailando y expresando sus consignas y peticiones, sin odio ni amargura. Lástima
los excesos de las fuerzas del orden. Es en voz alta, que se está exigiendo el
cambio de muchas prácticas injustas que miles de ciudadanos “de a pie” padecen;
aquí en especial, el liderazgo lo ejercemos todos.
Ojalá el gobierno no siga sordo, ciego y mudo ante: el
despojo que sufren los niños de su infancia y cuando son reclutados a la fuerza
por cualquier pretexto, jóvenes y adultos; cuando se callan a las y los líderes
sociales y ante las muchas quejas y peticiones que requieren soluciones
concretas.
Antes, todo era más sencillo, pero nadie puede devolverse
en el tiempo para liderar desde el pasado lo que vivimos actualmente y
adaptarlo al futuro que empieza hoy. Por eso liderar para el cambio es algo en
lo que todos debemos intervenir y hay que vivir en la constante tensión entre
el diálogo, el ser y el hacer.
nerea6@yahoo.com
Hay que evitar que el liderazgo se perfile cómo matoneo. Muy buena exposición
ResponderBorrarEn la medida en que haya menos “subordinacion” en el buen sentido de la palabra se dara mas libertad en el accionar de todos��
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