Por Elsie Betancourt
En estos días de encierro forzado, han saltado a la
superficie, labores que realizan personas como maestros, empleadas del hogar,
los que abastecen los alimentos, los que cuidan la seguridad de todos, los que garantizan
que tengamos agua, (ahora hasta sectores que nunca la habían tenido, por falta
de pago, la tienen), médicos, enfermeras
y sigue la lista, tejiendo una cadena invisible que nos aprovisiona de lo que
necesitamos para subsistir en esta etapa tan dura en la vida de todos. Esas
cadenas invisibles están construidas por los eslabones de los héroes anónimos
que a diario vemos.
Entre muchas de esos eslabones, empezaré por analizar la labor de
los docentes, esas personas encargadas de formar, lidiar, transmitir conocimientos,
dependiendo de las edades. Ahora con niños en casa, se lo difícil que resulta para algunos padres de
familia atender las necesidades de atención, juego, cuidado y demás de éstos,
paralelamente con las posibles actividades de teletrabajo o de cuidados varios
en el hogar o simplemente por estar haciendo otras cosas. Hoy, cuando el
aprendizaje escolar es a través de plataformas digitales, que en ocasiones no
resulta de fácil manejo para los
pequeños ni para los grandes (algunos papás y mamás no están tan duchos en
cuestiones digitales), es bueno reflexionar sobre la labor que a diario
desarrollan los docentes en el colegio (bajo condiciones normales). Labor callada que a veces no es tan
reconocida. Es un oficio impresionante porque son éstos, junto con los padres,
los encargados de educar a las generaciones del futuro. No importa que sean profesores de arte, académicos, de
deporte, no tiene precio la pasión y motivación que le ponen a su labor. Ahora
que es el turno de los padres de ponerse a enseñarles a sus hijos, de tener la
paciencia de repetir una y otra vez hasta que comprendan temas que se estudian,
de mantenerlos quietos y sin distractores, valorarán mucho más la labor de los
docentes.
Estando cercados por el
“Cisne Negro” como ahora llaman al Covid19 (para la economía
global), podemos entender lo que
significa ser un agente depredador y cómo nos tiene confinados en las casas
este virus. Se invirtieron los papeles; ahora somos nosotros
los que estamos sitiados en el
entorno que hemos devastado, haciendo que los que se escondan sean los
animales por miedo a la destrucción que hemos hecho en la naturaleza, el
envenenamiento de las aguas, el aire y hasta mas, haciéndolos sentir extraños
en su hábitat. Hoy, ellos (los animales) son los reyes. La otra vez vi por las
noticias, cómo una zarigüeya se paseaba con su camada, cargándola en su
lomo, tranquilamente buscando comida;
los delfines que han aparecido en Cartagena y en la Guajira, en grupos como “Pedro
por su casa”, donde no hay lanchas, ni barcos que los molesten. Las playas han
recuperado sus colores, no están tan contaminadas. Así encontramos a diario
ejemplos que muestran el alivio que la naturaleza está teniendo y el planeta
está empezando a “respirar” y a descansar momentáneamente, de la mano dañina
que en ocasiones tiene el ser humano.
Somos olas de un mismo mar. Calladamente hay un gran
número de personas que propenden por el bienestar de todos. Si no, pongámonos a
pensar en todos los que aseguran su conexión a Internet, respaldados por el
servicio de otro montón de personas;
para tener energía, hay muchas
otras respaldando este servicio en el sector; los que nos están haciendo salir
airosos de esta enorme crisis de salud pública son los empleados (públicos como
privados) de esta área. Puedo seguir enumerando muchos más eslabones de esa
gran Cadena Invisible que día a día crece. Muchas son las acciones conjuntas
que se están generando para fortalecernos. Ahora lo que cuenta son las buenas
acciones que realicemos para evitar que el egoísmo y la inconsciencia no se
apoderen de nuestras decisiones, acatando las normas que intentan instaurar los
gobernantes.
nerea6@yahoo.com
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