Por Elsie Betancourt
Ya está en la recta final
este 2018 que trajo alegrías, sorpresas, tristezas y sinsabores. Cuando se
exponen ideas sobre asuntos del ser, de la sociedad, de la cultura y de la
vida, suele superponerse al análisis, el pesimismo al optimismo, por el “palo”
que se recibe en ocasiones, cuando se confía en que los otros harán lo que les
toca hacer, bien. Ese “modo” de operar nos alerta sobre el devenir de la
ciudad, el país y el mundo. A manera de recuento repasaremos hechos que nos han
marcado en este año y que esperamos que el 2019 los espante por el bien de
nuestra salud mental y la del bolsillo…
Desconcierta y preocupa
lo que hace y deshace el presidente rubio, en el país del norte quien con su
pose de déspota, expresa como quiere sus ideas des-certificadoras sin que le
importe poco la estela de miserias que
deja cada vez que veta, ridiculiza o embarga a un país o a un grupo social,
hecho que nos afecta directamente porque queramos o no América Latina
forma parte del “patio trasero” de
Estados Unidos y las políticas de desarrollo de Colombia están determinadas por
Washington.
Aterrizando en lo local,
problemas como la corrupción, la migración y la desigualdad crean el escenario
para que salgan como “chapulines colorados” los políticos de turno a evitar el
desastre. Colombia es un ejemplo claro donde la corrupción tocó fondo, porque
infectó hasta la justicia. El proceso de paz con las Farc, cuyos acuerdos
firmados en la Habana parecían una luz en la oscuridad de nuestra tranquilidad,
lo han tomado por su cuenta los que prefieren proceder desde la venganza y no
desde la instancia del perdón y olvido.
A pesar de todo, los
esfuerzos a nivel mundial por preservar la salud del planeta se destacan en
forma positiva, siendo todavía débiles algunas respuestas a las iniciativas
implementadas. Por ejemplo, la presencia de multinacionales, ávidas de
usufructuar nuestros recursos naturales ya tienen el visto bueno del gobierno
para explotar a su antojo nuestro subsuelo, sin que importe el concepto de
preservación del entorno y así dar paso a un desarrollo anti-natura que lo
sufrirán las futuras generaciones.
En los años 70 cuando se
dio el boom petrolero y hubo una elevación del ingreso per-cápita en el país
vecino, (Venezuela) muchos eran los colombianos que emigraban para allá en
medio de la crisis de violencia de nuestro país, por falta de trabajo, buscando
el sueño americano y para escapar de las bombas, secuestros y asesinatos que se
vivían en Colombia. En la actualidad, la
situación se ha invertido. Los que emprendieron un viaje que era casi como
conseguir un “boleto al paraíso” están de vuelta no por voluntad propia, sino
por pura necesidad y están pasando las de San Quintín.
Para no dejar que el
negativismo marque el tono del artículo, no todo ha sido malo en este año que
casi estira la pata. Como siempre el deporte y lo musical entre otras
disciplinas, sacan la cara por el país.
De tantos ejemplos se destaca el logro de la atleta colombiana Catherine
Ibarguen, elegida como la mejor en su área por la Federación Internacional de
Atletismo; J. Baldwin en lo musical y
como él bien dice “está reescribiendo las reglas de lo que significa ser una
súper-estrella latina en una época de celulares”; el fútbol, el mayor deleite para los amantes
de esta disciplina ha sido y es un relax entre tantos hechos que pretenden
quitarnos la paz, la tranquilidad y la esperanza.
Diciembre parece ser el
campanazo para romper las reglas, darse algunas licencias y permitirse excesos,
con el fin de pasarla bien y compensar el agite bravo de los 11 meses
anteriores. Los logros que hemos tenido los colombianos son interminables y no
me alcanzaría el espacio para enumerarlos pero asusta también todo lo malo que
nos aqueja. Por lo pronto que ese adiós al 2018 sirva para que en el 2019 se
enderecen los cauces de la política, la salud, el trabajo y el bienestar para
todos y se recupere el tono que tiene el colombiano: trabajador, luchador,
recursivo y perseverante!
nerea6@yahoo.com
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