Somos la unión perfecta de cuerpo y mente ligados a un
alma espiritual eterna y única. Tenemos carismas y características físicas muy
particulares. Es decir, herramientas interiores y exteriores que nos capacitan
para cumplir lo que se nos ha confiado en la vida. Descubrirlas lo antes
posible es importante, pero no para ufanarnos de ello, sino para ponerlas al
servicio de los demás. Por algo estamos en este mundo. Hay que dejar nuestra
impronta, nuestra huella.
Hoy la marca personal es lo que los demás piensan y especialmente sienten sobre lo que decimos y hacemos (o no); lo que vendemos y lo que no; lo que creamos u omitimos. De pronto llegamos al mundo con un rostro no muy agraciado o con una nariz puntiaguda, unas orejas grandes, unas piernas flacas y largas o con una postura desgarbada; lo que nos hace especiales no son esas características físicas sino la huella nítida que dejamos en los demás que nos permite trascender y colaborar, haciéndonos especiales y por lo que dejamos para la posteridad.
Actualmente, es controversial la tendencia en los jóvenes,
ya que están los que quieren ser iguales al resto, igual a sus compañeros de
clase. Se visten igual, comparten la misma música, admiran los mismos artistas;
están en la misma onda. Ser diferente, ocasionaría ser “raro” y eso generaría
inmediatamente exclusión. Por otro lado están los innovadores, los que quieren
hacer las cosas bien distintas, imponiendo su “impronta”. Esas diferencias en
las generaciones, precisamente es lo que enriquece a cualquier comunidad.
Sin embargo, preocupa a veces ver que la gran mayoría de
los adolescentes, viven una vida virtual paralela a la real, marcada por la
cantidad de seguidores que tienen en redes sociales y el numero de “me gusta”
que logra cada una de sus fotografías y comentarios. Éste se ha convertido en
un medidor de popularidad y requisito fundamental para determinar la aceptación
en un grupo. Pero a la vez es una “adicción” que escala cada día más, haciendo
pensar que las redes son el lugar donde deben estar éstos, porque todo pasa ahí
y lo que no pasa en ellas se gestiona allí.
Para persistir en el tiempo como seres únicos, hay que
tener coherencia con lo que somos, sentimos y con lo que nos encontramos a
gusto, ya que en caso contrario podríamos estar creando una burbuja que como
todas, tarde o temprano terminaría explotando. Considero que hay que
tener un control y atención de la identidad digital para ofrecer no la imagen
que uno quiere o proyecta, sino la que realimente tiene. En otras
palabras, hacer corresponder la
identidad virtual con la personal, fruto ambas de un ser único e irrepetible.
Las transformaciones de fondo del mundo en que estamos
son a veces invisibles para quienes en ellas vivimos sumergidos. Somos hijos de
nuestra época y en realidad cada época ha sido una de transición. Por ser
únicos, deberíamos ser lo que somos: auténticos, no ser y hacer lo que nos
dictan los parámetros de comportamientos especialmente si vienen de la familia,
amigos o de cualquier red social.
nerea6@yahoo.com
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