Por: Elsie Betancourt
El azúcar y la mermelada son 2
productos muy utilizados en las mesas de muchos hogares colombianos. Los usamos
normalmente para las bebidas y postres. Por todos es sabido que el primero es
un endulzante de origen natural que proviene de la caña de azúcar, en
cualquiera de sus presentaciones, alimento necesario para el cuerpo; el
segundo, es una conserva de fruta cocida en azúcar. Ambos, de una forma u otra
generan un gusto adquirido, el cual hay que manejar para que no produzcan
estragos en el organismo.
La adicción a lo dulce
sobrepasa los límites de lo gastronómico y ya en el ámbito del quehacer diario
su prima la “mermelada”, se emplea como metáfora, en la que el verbo principal
es repartir, generándose la famosa
expresión: repartir la mermelada. Esta podría considerarse una expresión propia
de Colombia, de muy reciente creación, gracias a cuando el ex ministro de hacienda Juan Carlos
Echeverri utilizara el símil de que “el país era como una tostada que sólo
tenía mermelada en la mitad y que había que esparcirla mejor”. En otras
palabras, los recursos de la nación tienen que repartirse en toda la superficie
de la tostada o sea “en toda Colombia”.
Esta repartición se ha convertido en el principal detonante de
la corrupción política y dolor de cabeza para los ciudadanos de bien; nos tiene
postrados porque aquí nada se mueve sin que
el billete ruede por donde no debe. Esta, (la mermelada) sirve para
conjurar paros, conflictos, inconformismos, afanes electoreros, populistas o
para robar de frente. Antes, se conocían como auxilios parlamentarios y eran un
instrumento de negociación entre el presidente y sus congresistas, porque
supuestamente los congresistas son los que conocen las necesidades y problemas
de las distintas regiones del país. Por el mal manejo que tuvieron éstos, los eliminaron. Ahora el tránsito de estos
auxilios es hacia las regalías, las cuales se transforman en la conocida
“mermelada”.
La gran mayoría de ésta, se
genera en las regiones, pero es en Bogotá donde más se consume. Esa mermelada
la hacemos todos los colombianos día a día con los impuestos que pagamos, con
nuestro trabajo, cuando compramos un artículo, cuando pagamos un peaje, entre todos
los actos que nos generan impuestos; la mandamos a Bogotá para que allí le
extraigan una inmensa porción, la empaquen, le pongan la marca nacional y la
reenvían a las regiones bastante disminuidas como “asignaciones”.
Mientras tanto, crecen las manifestaciones
para mejorar los recursos para la salud, educación y el trabajo, pilares de
cualquier grupo social porque plata no hay, el presupuesto está en rojo y el
país ilíquido. Que Dios nos ampare¡
Una tostada con mermelada, bien
cargada de azúcar puede ser uno de los alimentos más dulces que hay pero no
dejemos que el mal uso de ésta nos amargue la vida y la adicción a ésta embarre la esperanza de un
mundo más justo, equitativo y solidario.
nerea6@yahoo.com
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