jueves, 11 de julio de 2019

Al mal tiempo, buena cara…


Por: Elsie Betancourt

           En estos días de recogimiento no encontraba tema para escribir, no me venía nada a la mente, pero el papa Francisco me inspiró al oír apartes de su discurso previo al rezo del Ángelus dominical en Roma, explicando que significa cargar una cruz personal.


            Hace miles de años, Jesús cargó dolorosamente una cruz, la que creo que muchos seres humanos de una forma u otra nos toca en algún momento de nuestra vida cargar: desde los más ricos hasta los más pobres, desde los más viejos hasta los más jóvenes, hombres, mujeres y hasta niños. Todos tenemos problemas, tristezas, enfermedades, carencias de tipo afectivo o material y por mucho que  uno no quiera, es difícil evitar cargar la cruz que nos tocó en esta vida.

            En la época de los romanos, ésta era un instrumento de castigo muy cruel, reservado para el sufrimiento de los peores criminales; producía una muerte muy lenta y era la máxima humillación para un criminal. Sin embargo, la teología cristiana nos dice que Cristo, el hijo de Dios cargó la cruz por amor a la humanidad.

            Pienso que los sufrimientos y las pérdidas que sufrimos no son porque somos “intrínsecamente” malos, sino porque nos toca evolucionar en ciertos aspectos de nuestra vida.  En algunos segmentos de nuestra  reciente historia, vemos por ejemplo, que  hubo personas que causaron mucho sufrimiento y dolor especialmente a gente que no tenía porque padecerlos (época de Pablo Escobar). Si bien es cierto que cosas malas y sufrimientos les pasa por igual a gente buena y mala, es la oportunidad para replantearse la vida y ser una mejor persona, porque la vida es bella y puede ser la única en el universo….hay que disfrutar las cosas simples como una puesta de sol, luchar contra la adversidad, brindar amor. Creo que muchos de nosotros no cambiaríamos ni por la más increíble de las riquezas, la vida con los hijos, la pareja, los hermanos… y puede que hasta con las mascotas. Porque lo que nos dan y lo que les ofrecemos es un intercambio de afectos que no tiene precio.

            Hoy, muchos cargan  pesadas cruces: lo hacen las mujeres maltratadas y denigradas por sus parejas; los migrantes que encuentran cerradas las puertas a una nueva oportunidad de vida, los ancianos que muchas veces bajo el peso de los años y la soledad terminan sus días sin que haya familiares alrededor. No podemos negar que conformamos una cultura de sustitución de aquello que sufre desgaste o es “antiguo”; se va poniendo a un lado lo viejo o se le echa a la basura. Mucho se oye hablar de reciclar –y eso está bien- pero poco se oye de restaurar o cuidar. Puede que esta realidad consumista haga que se trate a las personas, igual o peor que a los objetos, comenzando por la gente mayor. No hay que perder de vista lo que nuestros padres hicieron por nosotros desde que nos trajeron al mundo.

            Las cruces pueden ser grandes aliadas y tienen utilidad práctica. Éstas nos deben animar, fortalecer y motivar para seguir batallando y “pa´echar para delante”, sabiendo que no todo está perdido y que siempre seremos capaces de reír en el futuro de lo que en el presente nos ha hecho llorar. Al mal tiempo buena cara y como dice un proverbio inglés: “la mar calmada no hace buenos marineros”…

nerea6@yahoo.com


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