"El fin no debe justificar los medios..."
Por Elsie Betancourt
El
“Quentin” que nos tocó escuchar recientemente de Ficbaq nos dejó en
un “chispero” y viendo que para motivar a lograr un objetivo se puede utilizar
cualquier “mentira” o “disfraz” sin que medie
escrúpulo alguno.
La ocurrencia hizo creer que vendría el gran maestro del cine
Tarantino, al Festival internacional de cine en Barranquilla y resultó que todo fue una campaña para atraer asistentes, porque el
homenajeado era el famoso “Descabezado” del Carnaval de la Arenosa. El anuncio
de la llegada de Tarantino despertó en todos un entusiasmo general para estar
cerca del ser de otro mundo que venía a engalanar el evento. Tremenda mamadera
de gallo que molestó a muchos, primero por ser “puro cuento” y segundo por
estar algunos medios de comunicación, metidos en el rollo de la propaganda.
En
algún momento de la vida, el ser humano ha mentido, se ha dicho mentiras y lo
peor es que se las cree. El problema surge cuando esas mentiras afectan a
otros, afectan a la gente que les creyó y confió en ellos. Mentir viene
del latín mentir, (mentir, hundir un embuste con la mente). El embustero
dirige pueblos, ilusiona mentes y enreda a las personas. Personalidades
políticas la usan para subir al poder, por las mentiras pasan desde curas,
líderes, genios y grandes filósofos. Sabemos que mienten los niños, los
adolescentes, los adultos, los amigos, los jefes, los empleados, los compañeros
de trabajo, la familia, la pareja, y sigue la lista…será que se miente para no
herir susceptibilidades o para quedar bien ante los demás? Habrá alguien que no
haya escuchado mentiras a su alrededor? Y lo que es más elocuente, existe alguna
persona que no haya mentido en algún momento de su vida? Las mentiras piadosas
se justifican?
Nos
sentimos decepcionados y engañados cuando descubrimos que nos mienten, pero qué
ocurre cuando somos nosotros quienes mentimos, cuando tratamos de justificar
nuestras mentiras como un bien o un mal necesario? Mentimos porque nos mienten
o nos mienten porque mentimos? Todas las anteriores inquietudes requieren de un
análisis psicológico, que no es el caso ventilar aquí.
¨Pinocho”,
el súper famoso cuento infantil de Collodi tocó el tema. Cada vez que el famoso
muñequito de madera decía una mentira, la nariz le crecía y le crecía. Era la
manera caricaturesca de estigmatizar la mentira por muchos años considerada
como indicio de una personalidad con problemas. El paso de los años, ha venido
a darle a la mentira un puesto en la sociedad, en el sentido de que se la
considera una especie de lubricante de la vida en comunidad.
Preocupa
considerar que mentir no es grave, creyendo y votando por gente que nos toma
por idiotas útiles. La única manera de que volvamos a ser una comunidad
“seria”, es cuando prime la ética en lo que hacemos, para
asegurarnos de que el fin, ojalá, no justifique los medios.
nerea6@yahoo.com
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